Giro de Italia (10ª): Siempre Sagan
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Giro de Italia (10ª): Siempre Sagan

No volveré a dudar de Peter Sagan. No volveré a dudar de Peter Sagan. No volveré a dudar de Peter Sagan. Y así seguiré hasta que me sangren las manos. Somos unos cuantos los que pensamos que la mejor versión del eslovaco ya es pasado, que está acabado, pero el triple campeón del mundo ha callado bocas con una auténtica exhibición. A los 30 años logró en Tortoreto su primera victoria en el Giro y entra en el club de los vencedores de etapa en las tres grandes vueltas. Nadie como él para llegar al número 100.

Sagan no levantaba los brazos desde el 10 de julio del pasado año, en la quinta etapa del Tour con un esprint en Colmar, demasiado tiempo para un ciclista con tamaño palmarés. Después de 461 días, nueve podios y seis segundos puestos (tres en el Giro) parecía que se había olvidado de ganar. Y pocos en su generación han ganado tanto como él: solo le superan dos velocistas crepusculares, André Greipel (160) y Mark Cavendish (151), y el cuarentón Alejandro Valverde (127). Sagan suma 117 en la treintena.

Ya no es el más rápido al esprint, bien lo sabe el Pichichi Démare, y tampoco tiene la misma chispa cuesta arriba que cuando explotó hace diez años. Ganaba como quería y donde quería, pero enseguida se convirtió en el rival a batir, la rueda a seguir. El marcaje de sus rivales, su actitud y la falta de un potente bloque a su servicio le privó de hincharse a Monumentos. Pero la clase es la clase. Y ahí están los tres Mundiales o victorias como la que consiguió en una tarde oscura y otoñal con diabólicos muros camino de Tortoreto.

Cansado de perder en la volata, Sagan apostó por la fuga en una jornada con un duro encadenado en la parte final. En la primera parte, de terreno más favorable, mantuvo un duro pulso con el Groupama de Démare, su rival por la maglia ciclamino. Convenció a sus compañeros de escapada, que en la segunda parte le atacaron en pos del triunfo. Respondió el eslovaco y se fue en solitario en la última subida. Al final aguantó el empuje de un pelotón a toda velocidad, que parecía huir de los positivos y abandonos por COVID-19.

Los favoritos se animaron con un ataque del vizcaíno Pello Bilbao, que por un momento se sintió como en las carreteras de su pueblo, y la respuesta del portugués Joao Almeida, sin complejos. Se rompió el grupo, pero no fallaron los Nibali, Kelderman, Pozzovivo o Majka. Cedió algo más de un minuto Fuglsang, que sigue con el particular viacrucis de Astana en el Giro tras los abandonos de López y Vlasov en la primera seman. Un pinchazo en el peor momento condenó al danés, cada vez más lejos de la maglia rosa.

Ajeno a la pelea de gallos, Sagan recordó al mejor Sagan, aquel que atacaba sin mirar atrás en el Poggio o en el Viejo Kwaremont, el que esprintaba con los mejores y se fugaba a por el maillot verde en el Tour. El eslovaco tuvo tiempo de saborear una victoria que justifica su presencia en la carrera, un Giro que le convenció con una cifra mareante. En Italia está por contrato, pero cuando se sube a una bici solo sabe correr de una manera, honrando al ciclismo y al espectáculo. Siempre Sagan.

1ª: Ganna / 3ª: Caicedo / 5ª: Ganna / 7ª: Démare / Clasificaciones / Recorrido

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