Centro BTT El Valle - Cofrentes - Valencia

Madrugar, desayunar y salir a pedalear con las primeras luces, monte arriba, ganando altura poco a poco, dejando atrás el cauce del río. Coronar bajo una fina lluvia. Rodar bajo las inmensas paredes de un desfiladero. Asomarse al vacío. Empaparse de naturaleza. Descubrir un sendero que baja entre rocas, cortados y raíces. Llegar al hotel chorreando barro y endorfinas, tiritando de emoción. Zambullirse en una piscina de agua caliente burbujeante. Esto es vida.

Centro BTT El Valle - Cofrentes - Valencia

Madrugar, desayunar y salir a pedalear con las primeras luces, monte arriba, ganando altura poco a poco, dejando atrás el cauce del río. Coronar bajo una fina lluvia. Rodar bajo las inmensas paredes de un desfiladero. Asomarse al vacío. Empaparse de naturaleza. Descubrir un sendero que baja entre rocas, cortados y raíces. Llegar al hotel chorreando barro y endorfinas, tiritando de emoción. Zambullirse en una piscina de agua caliente burbujeante. Esto es vida.

undefined
undefined
undefined
undefined
undefined
undefined
undefined
undefined

Hace pocas semanas, concretamente a principios de noviembre, viajamos hasta Cofrentes, en Valencia, para disfrutar de tres días de verdadero mountain bike en el nuevo Centro BTT El Valle, que ofrece, desde febrero de este año que ahora termina, un total de 254 km de rutas balizadas. La red queda repartida en nueve itinerarios destinados a bikers de todos los niveles: desde paseos para hacer en familia a orillas del río Cabriel hasta recorridos de alta exigencia, tanto por los desniveles acumulados como por la dificultad técnica de algunos de sus senderos. Observando el mapa topográfico de escala 1:25.000 de la región, enseguida se adivina una orografía caprichosa repleta de cañones, ríos, vaguadas y barrancos. Los itinerarios, diseñados por bikers locales, permiten descubrir pedaleando los encantos naturales de la zona. Sólo hay que elegir la ruta adecuada, o combinar más de una, para colarse en un entramado de profundos desfiladeros, descubrir atajos, cruzar densos bosques y surcar elevados acantilados que parecen no tener fin. A mal tiempo, buena cara Sobre el papel –mejor dicho, sobre la pantalla del ordenador–, el tema prometía ya antes de salir de casa. La previsión meteorológica, sin embargo, era nefasta: 85 % de posibilidad de precipitaciones el primer día; 75 % el segundo; 80 % el tercero… Pero como dice mi abuela, a mal tiempo, buena cara. Pese al gafe de la lluvia, aquí estamos nosotros, con las bicis impolutas, perfectamente engrasadas, con la ropa colección otoño-invierno, hechos unos pinceles, dispuestos a recibir el frío y el agua con los poros abiertos, flotando cual garbanzos en remojo en una burbujeante piscina de aguas termales, en el balneario de Hervideros, completamente relajados, imitando a las medusas en las carbónicas aguas de un manantial volcánico, cámara de fotos subacuática en mano. Nos acompaña Mapi Revert, aguerrida cicloturista con muchos kilómetros de bicicleta en las piernas y responsable de la I Marcha BTT Cofrentes, que se celebrará el próximo 12 de mayo de 2012, cuyo circuito podremos catar mañana en buena parte, pues coincide casi en su totalidad con algunas de las rutas del Centro BTT que hemos venido a probar. Día 1: Ruta 6. El Campichuelo Aguacero de endorfinas A la mañana siguiente, el sol hace acto de presencia, pero sólo para saludar. Después de arrasar en el buffet libre del comedor del balneario –los bizcochos están de vicio; los zumos, no tanto–, nos dejamos caer por el camino que baja hacia el río (ruta 2 del Centro BTT) a través de una pineda en la que sorprendemos a una huidiza cabra montés. Atónitos por el encuentro, nos asomamos al primer balcón del día. El río Cabriel, cien metros más abajo, luce manso dividiendo una alargada chopera de tonos ocres y amarillentos. Las lluvias de los últimos días han dejado una fina capa de barro que muy pronto decora con esmero nuestras posaderas. Sin duda, es un mal día para ir de blanco. Siempre siguiendo las señales de las estacas del Centro BTT, y pedaleando ya a orillas del Cabriel, pasamos bajo el faraónico viaducto de la nueva variante de la N-330, de 521 m de longitud y 70 m de altura. De lejos resulta imposible que pase desapercibido, pero desde abajo, precisamente por ser tan grande, casi no lo vemos. Poco más allá nos espera la primera cuesta, que nos lleva hasta el mejor y más célebre mirador del Castillo de Cofrentes, construido sobre un cerro de origen volcánico. Al llegar al pueblo dejamos la ruta 2 para tomar la 6 en dirección al puente de estilo modernista y estructura metálica que salva el Cabriel desde 1911. Al otro extremo del viejo puente giramos a la izquierda, ganando la orilla opuesta y circulando ahora por un terreno algo arcilloso con suaves toboganes, justo por debajo del volcán Cerro de Agras, del que emerge el agua en la que nos bañábamos anoche. Primeras rampas La ruta continúa sin sobresaltos hacia las Casas de Alcance y la central hidroeléctrica Salto de Basta, pero abandona el río poco después, en un lugar llamado Chinchilla, donde la señalización indica: “Seguir recto para las rutas 1 y 5” y “girar a la izquierda para la ruta 6”. La ley de Murphy vuelve a cumplirse y la ruta 6 es la única que sube, por lo que nos toca enfilar una durísima cuesta que arranca sin contemplaciones, con rampas del 20 %, y que nos ha de llevar a nosotros y nuestros jadeos hasta el Collado Vives. En realidad sólo son 3,5 kilómetros de ascensión, pero aquí se concentra la mayor parte del desnivel positivo de la jornada, aunque la subida llega hasta un poco más lejos, en la Loma de los Tanorros, de cuya escarpada cumbre vemos bajar a una numerosa familia de cabra montés que se pierde entre los árboles segundos después. Hace poco más de una hora que hemos salido del balneario, pero la lluvia ya reclama protagonismo. Tras un par de bajadas y otra dura rampa, acabamos saliendo a una carretera que la ruta 6 evita yendo por una senda poco pisada que nos conduce hasta otra zona de bosque en la que se practica un pedaleo fácil pero a la vez entretenido. Cerca de mediodía, la luz parece la del ocaso. Las nubes se ciernen sobre el paisaje y, tras una dulce tregua, la lluvia arrecia de nuevo con una tromba de agua que dispara todos los excretores de endorfinas de nuestro organismo. Bajo el intenso aguacero comprobamos que apenas nos quedan unos 5 kilómetros de recorrido. Cruzamos el Campichuelo, pasamos junto al Collado Borregueros y enseguida llegamos a una pista pavimentada, conocida como Camino de la Señorita, que según el mapa del GPS nos puede acercar sin dificultad hasta el balneario. A los pocos metros, ya con el plato grande engranado, vislumbramos una estaca del Centro BTT que señala un sendero que nace a la izquierda. El poste contiene una advertencia: “Sólo para bikers expertos”. Disyuntiva: Mapi se decanta por el Camino de la Señorita; nosotros votamos por la trialera. “Si está muy mal, bajamos andando y punto”, sostenemos con un poder de convicción arrebatador. Y dejamos el asfalto... La trialera no resulta ser tan difícil, y así disfrutamos de un descenso final de algo más de 2 kilómetros que combina la senda con el camino estrecho, con algunos regueros, arbustos y piedras, pero ninguna exposición. Poco más allá, tras otro tramo de camino irregular, salimos a la vieja carretera y enseguida entramos en el pinar de troncos de colores que circunda al balneario. Satisfechos de la experiencia pero también contentos de estar bajo techo, nos hemos saltado el tramo final y el mirador del Pico de la Muela. No importa. Ahora toca ducha caliente, estiramientos, buffet libre y estiramiento final -es decir, siesta-. Luego vendrá una hora de remojo en la piscina de burbujas, la cena y el chequeo de la previsión meteorológica. Nada nuevo. Dan agua por toda España. Día 2: Ruta 3. Alto de Alcola De menos a más A la mañana siguiente, el cielo amanece entreabierto, o entrecerrado, según se mire. La cuestión es que tarda poco en empezar a chispear y la pereza se adueña de nosotros. Sólo la vencemos tras un par de cafés y porque hemos quedado con Ramir Pedrol, diseñador de las rutas del Centro BTT El Valle, junto a José Manuel Almerich, a las 9 de la mañana en la puerta de la cafetería Torralba, punto de encuentro habitual en Cofrentes. Ramir es cofrentino y un habitual de la Titan Desert. Hace casi dos años nos habló de lo que por entonces sólo era el proyecto del centro. Ahora es una realidad, con sus nueve rutas, sus estacas de señalización, sus trípticos, sus mapas, su web, su guía editada, su centro de acogida con duchas y mangueras para limpiar las bicis… Huelga decir que Ramir es un enamorado de su pueblo, pero también un profundo conocedor de los parajes que lo rodean. Por eso, cuando diseñaron los itinerarios, acordaron que todos ellos debían contener una razón de ser en sí mismos. La ruta de hoy, por ejemplo, nos ha de llevar al otro lado del Júcar, hacia La Butaya y el Alto de Alcola, recorriendo el valle de Sacaras, flanqueado por interminables sucesiones de muelas y barrancales. Nada más salir del pueblo cruzamos el manso río sobre una pasarela. Un vecino vaga por mitad del camino bajo un paraguas. A su espalda, poco más allá, se alzan las torres de refrigeración de la estación nuclear. Hoy no emiten vapor alguno, pues permanece “en fase de recarga” desde finales de octubre. Nadie parece alarmado. Más bien al contrario. Los hijos de los técnicos viven en el pueblo. Central aparte, la ruta se dirige hacia el norte, pasando por Fuente Pinocha, en dirección al Camino de Jalance. Enseguida nos encontramos pedaleando por una pista elevada que se abre paso alrededor del embalse. Sobre nuestras cabezas se alzan paredes de roca talladas por el río en tiempos arcaicos. Más abajo, un barco turístico inicia el panorámico paseo fluvial por el encañonado brazo del pantano. Es, sin duda alguna, una de las atracciones turísticas más importantes de Cofrentes, pues atrae cada año a miles de visitantes. Tras un par de subidas que quitan el frío, divisamos a una jabalina trotando con su camada de rayones. Nosotros nos desviamos tierra adentro por la Cañada de Sacaras, excavada por antiguos ríos y hoy cubierta de olivos y cultivos diversos. La persistente lluvia, también conocida como calabobos, intenta en vano doblegar nuestra ilusión por ver qué hay más allá de la Muela de Jalance. Ni siquiera nos distrae de lo primordial: las perdices aletean, evasivas, por los campos; más adelante, una hembra de cabra montés huye a la carrera junto a su cría. Tras un alivio de varios kilómetros, la ruta se desvía por una pista asfaltada que sube sin piedad por la Fuente de los Cintos. A media cuesta, Amelia descubre en la cuneta un cuerno de muflón abandonado. Ramir, que es un manitas con la mecánica, le asigna utilidad muy pronto como acople para el manillar de su bici. Ahora sólo le falta encontrar la pareja. Final de órdago Al coronar la cuesta, el viento del norte arremete con fuerza. Estamos 400 metros más altos que hace un rato y resollamos ansiosos por llegar al sector de bajada. Las estacas del Centro BTT nos encauzan ahora por el Barranco de Cueva Negra a través de un cortafuegos en el que coincidimos con un soberbio muflón que pasea altivo su poderosa cornamenta en compañía de su novia. Los tres permanecemos inmóviles, petrificados, boquiabiertos durante un espacio de tiempo indeterminado en el que parece que el mundo haya dejado de girar. Sólo cuando el muflón se escabulle entre la maleza volvemos a sentir la lluvia cayendo sobre nosotros. El descenso que estamos a punto de emprender es el único tramo complicado de la ruta de hoy. A primera vista esconde algunos pasos expuestos, sobre todo en mojado, pues abundan los escalones de roca, pero en realidad no reviste grandes dificultades para alguien acostumbrado a hacer rutas con tramos técnicos. Tras un emocionante sector de escabroso singletrack que salva casi en línea recta diversos cortados perfectamente encadenados, la ruta empieza a caracolear dentro del bosque. Más abajo, el sendero salva unos cuantos cambios de rasante, te empuja hacia suaves peraltes, se inclina en un par de pasos de ladera, se estrecha sobre un saliente que hace dudar… Es uno de los momentos más bikers de la sesión, que entre las paradas para hacer fotos –con la cámara subacuática, por supuesto– y los 35 km con 700 m de desnivel positivo ya ha cundido suficiente. Es hora de comer, reponer energías y devolver el cuerpo a sus naturales 36,5° C. A media tarde, Ramir nos invita a un chocolate caliente. Y a riquísimas magdalenas horneadas en la panadería del pueblo. A la mañana siguiente conoceremos a Berto, el panadero maratoniano autor de las magdalenas, corriendo monte arriba. Pero eso será mañana. La previsión meteorológica mejor ni mirarla. Día 3: Ruta 4. Los Cañones del Júcar Cicatrices de otros tiempos El tercer día amanece como los dos anteriores, pero no nos rendimos a la apatía que provoca la idea de pedalear bajo el incesante chirimiri. Para hoy, Ramir nos ha reservado uno de los rincones más espectaculares de la comarca. Como no tenemos mucho tiempo –a las cinco debemos estar en Valencia para subir al tren–, acordamos ir directamente hacia el curso alto del Júcar y dedicar la mañana a la ruta 4, que promete ser muy fotogénica. Primero rodamos por un camino de tierra arcillosa muy entretenido que cruza una zona de claro aspecto volcánico. Enseguida tomamos una pista pavimentada que vira al oeste y se bifurca más adelante. Las señales nos llevan por la derecha, hacia un camino que asciende suavemente, pero que tiene algunos tramos de piedra suelta y profundos acantilados a un lado -en teoría, la ruta 4 está catalogada como “fácil”, pero creemos conveniente advertirlo por si vamos con alguien que se bloquea en este tipo de terreno-. Rápidamente accedemos al cañón y empezamos a sentirnos en un mundo aparte. El río Júcar aquí apenas asemeja un arroyo. Resulta que hace medio siglo lo desviaron horadando la montaña con un túnel de 6 km abierto a “pico y barreno”, según relata uno de los topógrafos que lo hicieron posible –hoy jubilado y blogger– para alimentar la central hidroeléctrica Salto de Basta, situada más allá del balneario. El camino por el que accedemos al cañón es ancho, pero muy aéreo, ya que fue tallado a mitad de pared. Por encima de nosotros se alzan poderosos muros de roca que hoy brillan rojizos bajo un cielo panzaburra. Por debajo se abren profundos cortados cubiertos de bosques, por cuyo fondo fluyen las aguas del Júcar, paciente responsable de esta impresionante cicatriz natural. Volvemos a casa con la tarjeta de la cámara repleta de fotos, el estómago rebosante de olla cofrentina y el cerebro colmado de paisajes sorprendentes. Así es Cofrentes.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...