Cerdanya 360. Visiones globales

360 son las calorías que contiene un plato de pasta. 360 son las pulsaciones en reposo de un hámster. 360 son los grados de una circunferencia, como las ruedas de tu bicicleta. 360 son los días del año que sueñas con hacer una ruta como ésta. Los otros cinco, si tienes suerte, la estás haciendo.

Cerdanya 360. Visiones globales

Visiones globales

360 son las calorías que contiene un plato de pasta. 360 son las pulsaciones en reposo de un hámster. 360 son los grados de una circunferencia, como las ruedas de tu bicicleta. 360 son los días del año que sueñas con hacer una ruta como ésta. Los otros cinco, si tienes suerte, la estás haciendo.

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“Ding, dong, ding... Tren con destino: La Tor de Querol. Próxima estación: Puigcerdà”. El mensaje reverbera con un eco metálico por todo el vagón. Fuera brilla un cielo azul cobalto, puro y cegador, que cubre el horizonte, completamente verde. Desde que hemos abandonado la penumbra del último túnel, la iridiscente atmósfera de La Cerdanya ha inundado de contrastes el interior del convoy. Atrás han quedado las misteriosas y casi perpetuas nieblas de Osona, así como el submundo gris y velado en el que solemos habitar, que sorprendentemente dista sólo 120 km en línea recta de este paraíso. Viaje al Pirineo El ferrocarril de Barcelona a La Tor de Querol, cuyo trazado data nada menos que de 1922, es nuestra vía de escape más recurrente hacia la cordillera pirenaica. Sin embargo, cada vez que nos apeamos del tren, bici en mano, nos sorprende la misma reacción natural del cuerpo ante una atmósfera compuesta de aire limpio, seco y sensiblemente más frío. De una sola bocanada, esta combinación de gases conocida popularmente como aire puro te desemboza de cuajo todo el sistema respiratorio, desde las aletas nasales hasta el último alvéolo. Con una dosis de apenas seis litros, el olfato vuelve a funcionar, al igual que el resto de los sentidos. Entonces alzas la vista, viras 360 grados sobre tus pies y sólo logras ver una cosa: montañas por todas partes. De pronto, te asalta una clarividencia total y comprendes el de otra manera incognoscible dogma yogui sobre la importancia de saber respirar. Por una vez, tienes la sensación de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Una vuelta completa Esta vez hemos acudido al Pirineo en respuesta a la ineludible llamada de la Cerdanya 360°. Nos hablaron por primera vez de esta ruta a mediados de 2010, justo cuando empezábamos otra ruta pirenaica llamada BI6000. El comentario era analítico y visceral a partes iguales: “Es muy potente, dura y exigente, algo rompepiernas, pero tiene una cantidad de senderos increíbles, prácticamente la mitad del trazado. Si te gusta el mountain bike entretenido, es cosa buena...”. Teniendo en cuenta la naturaleza objetiva de la fuente informativa y la cara de goce que lucía al rememorar el itinerario dicha fuente, la incluimos al instante en nuestra lista de buenos propósitos para 2011. Sólo faltaba buscar fechas y ponerse a entrenar de una vez por todas, pues el desnivel positivo acumulado que aparecía en la web -8.000 metros de ascensión total-, unido al carácter eminentemente senderista del trazado, recomendaban ponerse cuanto antes “piernas a la obra”.   Etapa 1: Puigcerdà - Montlluís (48 km / 1.722 m+) Camino y buen ánimo El día siguiente a nuestra llegada a Puigcerdà se presenta con la misma luz: despejado y en calma, pero fresquito, y eso que estamos a finales de agosto. Entre el cielo azul y el memorable desayuno de Cal Marrufès, es fácil abrazar el optimismo. Además, por delante tenemos cuatro días de mountain bike para dar la vuelta completa a La Cerdanya, en un itinerario que combina etapas de alta montaña con abundantes zonas de sinuosos senderos por solitarios bosques, cabalgando siempre entre las sierras del Cadí y el Moixerò, el macizo del Carlit, el Puigmal y la Reserva Natural d’en Daina, adentrándonos también en la prácticamente desconocida comarca del Capcir y Conflent, en La Cerdanya francesa. Con el estómago rebosante y los bidones llenos de agua helada de la fuente de Age, nos lanzamos colina abajo en busca de Queixans. Los 4 km iniciales son fáciles y rápidos, pero tras cruzar el pueblo empieza una larga subida por pista de 7 km en la que ganamos 600 metros de desnivel por el interior de un silencioso bosque. Frente al refugio de Vilallobent, ya a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar, saludamos a una manada de caballos, llaneamos un tramo y, recuperado el aliento, cruzamos un breve prado que se inclina hacia una senda oculta. Es la primera bajada del día. Tras una entrada algo ajetreada, tomamos un nítido singletrack que zigzaguea entre los árboles, salva una escalinata de roca y nos conduce a una nueva senda, bajando a toda velocidad por un camino de medio metro de anchura.

A Osséja llegamos con los niveles de satisfacción por las nubes pero con la aguja del tanque de fuel cerca de la reserva, lo que demuestra una vez más que la felicidad ayuda a quemar calorías. En el primer control, instalado en un restaurante del centro del pueblo llamado Le Café de France, aprovechamos para repostar un sólido bocadillo de jamón y queso. Sonata montañosa La ruta prosigue media hora más tarde por una senda melodiosa que sube y baja como una partitura que pasa del adagio al allegro esquivando raíces y salvando un pequeño arroyo, volviendo al moderato poco después para reponerse enseguida y sonar en tempo vivace, hasta que salimos airosos a campo abierto y retomamos aire. Las ruedas giran ahora en lento moderato, pero el corazón late en prestissimo. Tras el concierto, el GPS nos guía por un GR hasta un camino asfaltado que caracolea hasta la base de la torre del Castillo de Llo, donde abusamos de los dientes del piñón más grande. La pendiente alcanza el 21 %. En las siguientes rampas echamos la otra mitad del hígado, pero lo mejor está por llegar. Tras unas cuestas realmente duras, entramos de nuevo en un bosque que nos regala un largo sector de sendas trialeras en las que enlazamos bajadas con cortados, curvas cerradas, tramos de raíces, profundos regueros... La banda sonora ha cambiado ligeramente: ahora es puro heavy metal. La segunda parte de la etapa está siendo verdaderamente entretenida. Tiende a subir, pero vamos lanzados, motivados por los emocionantes tramos trialeros que se van sucediendo, uno tras otro, aunque se escalonen con breves intermedios que los unen por caminos y algunas pistas pavimentadas. La extasiante jornada inaugural concluye en Montlluís con un inmejorable sabor de boca, que persiste tras la ducha y los obligados estiramientos –estamos crujidos de pies a cabeza–. En el comedor del hotel nos sirven una cena exquisita, muy francesa, a una hora también muy francesa. Nuestras tripas se adaptan fácilmente al nuevo horario. Etapa 2: Montlluís - Ger (62 km / 1.960 m+) Laberintos de sendas El desayuno buffet del hotel-balneario es una larga mesa con barra libre de croissant, bandeja de quesos de infinitas DO, tostadas de cuatro clases de panes diferentes, embutidos, pasteles, bizcochos, fruta, zumos, galletas, magdalenas... Un grupo de jubilados franceses, plato de macedonia de frutas en una mano y pastillero de medicación en la otra, observa estupefacto nuestra orgía de azúcares y grasas sin lograr disimular una mueca de envidia y nostalgia. Por suerte, vamos vestidos de ciclistas, detalle que puede excusar nuestro desmesurado apetito. Para compensar, el proceso de nivelación de la colesterolemia se inicia en el kilómetro cero. Nada más salir del hotel, pedaleamos cuesta arriba por una estrecha vereda que trepa por un bosque de pinos hasta una ciudadela amurallada en la que un regimiento de madelman de tamaño natural realiza extrañas maniobras con todo el equipo bélico a cuestas, deslizándose por tirolinas colgantes, puentes tibetanos, escaleras de mano... La verdad, parecen pasarlo en grande. Por nuestra parte, perdemos de vista el mundo poco más allá, bajando unas cuestas que nos llevan de bosque en bosque hasta que el perfil del track cambia de orientación e iniciamos una prolongada ascensión hasta los 2.000 m de altitud. El track dibuja una sucesión de senderos ideales que parece no tener fin, con bienvenidos descansillos y constantes cambios de ritmo. A base de jadeos, alcanzamos la estación Pyrénees 2000 en pleno regocijo, trepando por un sendero que divide en dos una de sus pistas de esquí, hasta perdernos de nuevo en el interior de otra selva negra. Cuando llegamos a los alrededores de Font-Romeu –terreno habitual de entrenamiento de Kilian Jornet, sin duda el mejor corredor de montaña del momento–, nos invade la fantasía de toparnos con la ágil, veloz y poderosa figura del gran Kilian, pero en ese preciso instante lo que está plantado en mitad del sendero es un enorme ciervo. Los últimos coletazos de la subida son realmente duros, pero el descenso es alucinante. Tras bordar una serie de sendas y caminos, pasamos frente a la central solar de Thémis, camino de Sant Martí d’Envalls, Les Escaldes y Dorres, donde paramos para comer algo, relajar el cuerpo y rellenar los bidones con agua de la fuente. De sol a sol Una nueva subida, por camino y pista esta vez, nos lleva hasta el Monasterio de Bell-lloc, desde donde disfrutamos de una amplia panorámica de toda La Cerdanya y de un largo descenso trialero y retorcido, con diversos pasos verdaderamente inolvidables. La adrenalina flota sobre nuestra piel al llegar a Brangolí, donde tomamos una pista ancha hasta Bena. Aquí nos sorprende una nueva trialera de bajada, menos revirada y, por tanto, más rápida que la anterior, que nos sitúa en La Tor de Querol resoplando de alegría. El sol está bajo ya, pero aún queda un buen cacho para llegar a nuestro destino. Toca subir, primero por una sinuosa senda y después por un camino que nos lleva a Guils de Cerdanya por Sant Pere de Sedret. Las fuerzas andan justas, pero el descenso final parece inminente. El sol se acaba de ocultar tras las montañas tiñendo el cielo de tonos cálidos. Hay que apresurarse. La pista se funde con el paisaje, pero el track no alberga duda. Empieza el descenso de verdad. La bici se fusiona con la montaña, cruzando praderas, enlazando sendas de vacas, saltando cortados, trazando rectas, siguiendo un instinto desconocido, con destino a Niula, donde tomamos un último camino. El mapa del GPS es muy claro: podemos bajar por pista directamente a Ger, o bien seguir el track, que se adentra en un valle cerrado llamado La Solana de les Valls, ahora totalmente en sombra. Votamos por la opción divertida y soltamos las bicis por la estrecha senda que baja hasta cruzar un torrente, donde toca volver a apretar los dientes, recuperar altura y, ahora ya sí, desviarnos por la loma de la sierra del Burgar, que desemboca directamente en Ger. Estamos molidos. Ni hambre sentimos. Pero la alegría va por dentro. Y ya van dos. Etapa 3: Ger - Bellver de Cerdanya (63 km / 1.880 m+) Perfiles tortuosos Para recuperar el track, el tercer día, siguiendo los consejos de Albert Ramos (organizador de Cerdanya 360°), optamos por tomar la carretera comarcal que accede suavemente hasta Meranges. Si hubiésemos hecho la ruta en cinco días, posiblemente no habríamos dormido en Ger, con lo que habríamos seguido por caminos hasta Gréixer y Meranges, pero lo cierto es que un tramo de asfalto no le viene nada mal al cuerpo, sobre todo a primera hora de la mañana. Casualmente, el camino a Ordèn y Talltendre ya lo conocemos. Hace pocas semanas pasábamos por aquí cargados con las alforjas, en nuestra Alta Ruta Transpirenaica en mountain bike. Esta vez, todo es más fácil y las trialeras de algunos tramos ciertamente empinados y rotos hoy resultan menos onerosas. El cielo permanece resplandeciente, con lo que pronto divisamos el escenario rocoso de la cara norte del Cadí, al otro lado del ancho valle del Segre. El paisaje embelesa, pero las sendas reclaman atención, confianza en los neumáticos y reflejos, pues rodamos por un terreno abrupto, lleno de sube y bajas, piedras de todas las tallas, formas y colores, regueros insondables, escalones fragmentados y un amplio catálogo de socavones. Algunos tramos son verdaderamente intensos. Otros son más bucólicos, como el panorámico trayecto hasta las ruinas del Castillo de La Llosa, en el valle del mismo nombre. Campeones por todas partes El destino y una docena de bicicletas de época perfectamente conservadas aparcadas en su terraza nos empujan hacia el interior de la Fonda Domingo, en Lles de Cerdanya. Nos sentamos junto a la mesa de los ciclistas, que visten ropas sacadas de algún museo particular. Algunos van con maillots de lana. Están celebrando un encuentro de bicis clásicas y resulta que uno de ellos es el mismísimo José Antonio Hermida, natural de Puigcerdà, siempre alegre, cercano y con ganas de disfrutar de la bicicleta. Después de degustar un suculento plato de berenjenas rellenas y gratinadas en Ca l’Estupendo –si vais por allí comprenderéis enseguida por qué llaman Estupendo al dueño del restaurante–, reiniciamos la marcha por un viejo sendero que nos lleva hasta Arànser. A partir de aquí enlazamos un tramo de pista hasta Músser, pero el track nos reserva una nueva sorpresa para bajar a Martinet. En vez de ir por la pista, el GPS indica una serie de atajos por una trialera de tierra fina flanqueada por oportunos peraltes. El resto de la etapa se desliza por una tranquila carretera, primero en dura cuesta hasta Montellà, luego de bajada hasta Santa Eugènia, hasta que nos desviamos del track general para ir a dormir a Bellver de Cerdanya. Parece increíble, pero ya van tres.   Etapa 4: Bellver de Cerdanya - Puigcerdà (56 km / 1.600 m+) A la sombra de gigantes de roca Cuarto día. Entramos en la recta final. Es el cuarto cuarto de la esfera. El círculo se cierra y el sol vuelve puntual a su cita, colándose por la ventana del hotel Bellavista. El sueño resulta reparador, pero el cuerpo empieza a notar el desgaste acumulado. Sabemos que sólo es cuestión de empezar. Nos hemos alimentado muy bien estos días y tenemos los depósitos de energía a rebosar. Abandonamos Bellver camino del Santuario de Santa Maria de Talló. En una fuente que mana frente al templo rellenamos los bidones antes de seguir pedaleando ilusionados, entrando en calor, hasta Sant Serni de Coborriu, donde somos absorbidos por la sombra del Moixeró. La pista se abre paso por el bosque, al igual que el torrente que da nombre al lugar, hacia el Pla de l’Ingla y el refugio de Cortals. La ascensión se alarga hasta el Collet de Font Freda, donde disfrutamos de una bella panorámica acompañados de una familia de caballos. El descenso nos conduce por una pista ancha y bien pisada, hasta el refugio de Serrat de les Esposes. A partir de ahí, otra pista, aún más rápida, nos lleva hasta Riu de Cerdanya.   El track nos guía hacia Urús, Das y Alp, poblaciones que enlazamos por sendas trialeras, caminos bien pisados y algún tramo asfaltado. La etapa parece resuelta antes de hora, pero nada más lejos de la realidad. Cuando ya crees tener el premio en el bolsillo, descubres que el último control se encuentra 600 metros por encima de la visera de tu casco. En realidad lo sabes desde el primer día, pues la última ascensión salta a la vista en el perfil altimétrico de la ruta, pero la última es siempre la más difícil. Subidón final Toda la pereza se esfuma en cuanto nos preguntamos qué esconden los bosques de allá arriba y segundos después estamos echando la primera papilla en una demoníaca cuesta, ratonera al principio y rectísima más arriba, que nos obliga a echar pie al suelo en más de una ocasión. En plena crisis hipóxica, la única neurona operativa se dedica a imaginar a Hermida trepando perfectamente acoplado por esta inhumana ladera. Seguro que él sí la sube montado. Alzando el cuello, tomamos como referencia un saliente rocoso indicado en el mapa como Roca Castellana. Al llegar hasta él, el cerebro comienza a restablecer sus conexiones y poco después identificamos el camino de bajada, una senda cubierta de pinaza que se pierde por un bosque de gruesos troncos rojizos clavados sobre un fuerte talud. El control de paso se encuentra más arriba, en la estación de esquí de La Molina, pero a partir de aquí el relieve es mucho más llevadero. En el bar del control engullimos unos apetitosos bocadillos y le estampamos el penúltimo sello al pasaporte. “Éste sí que ha costado”, sonríe Amelia. A partir de aquí sólo resta una larga y extasiante bajada. En pocos minutos perderemos casi mil metros de desnivel, para después rodar raudos y veloces sobre un falso llano favorable hasta Puigcerdà. Esto se acaba. De pronto nos hallamos en medio de una amplia llanura y oteamos el horizonte en todas direcciones, identificando todas las montañas por las que hemos pedaleado estos últimos cuatro días. Sí, ya van cuatro. ¡¡¡El maillot de la Cerdanya 360° es nuestro!!!

FICHA TÉCNICA

Cerdanya 360o Kilometraje: 229 km Ascensión acumulada: 7.200 m+ Itinerario: Puigcerdà - Osséja - Er - Llo - Montlluís - La Llaguna - Font-Romeu - Targasona - Dorres - La Tor de Querol - Guils de Cerdanya - Ger - Meranges - Talltendre - Lles - Arànser - Martinet - Bellver de Cerdanya - Riu de Cerdanya - Urús - La Molina - Puigcerdà Cota máxima: 2.100 metros Cota mínima: 1.015 metros

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