Cinco momentos en el quinto Tour de Indurain

Cinco momentos en el quinto Tour de Indurain

El 23 de julio de 1995 es una fecha marcada en rojo para el deporte español y el ciclismo mundial. En un domingo caluroso se coronó Miguel Indurain por quinta vez consecutiva en los Campos Elíseos, un récord que cumple 25 años y sigue vigente –los siete de Armstrong no cuentan–. Fue su última gran victoria, una carrera que dominó de inicio a fin. Aquí rescatamos los cinco momentos en el quinto Tour de Indurain.

8 de julio de 1995: ataque sorpresa en las Ardenas

En el palmarés del campeón navarro falta un monumento y el que mejor se adaptaba a sus condiciones era la Lieja-Bastoña-Lieja, que su equipo desdeñó hasta la irrupción de Valverde en los 2000. Los esfuerzos del Banesto y de su estrella estaban centrados en el Tour y, en menor medida, en el Giro, una carrera que ganó dos veces (1992 y 1993) pese a que acudió a ella como preparación para la ronda francesa.

Indurain cimentó sus triunfos en una apabullante superioridad contra el reloj. La prensa internacional y sus rivales le recriminaban que nunca atacaba. El gigante de Villaba se cansó de las críticas y en la 7ª etapa (203 kilómetros de Charleroi a Lieja) aprovechó la ofensiva de la ONCE y, al paso por la cota de Mont Theux, respondió con un poderoso cambio de ritmo. Solo le pudo seguir Johan Bruyneel, que aguantó como pudo, le birló la etapa y el maillot amarillo, pero el daño ya estaba hecho.

https://www.youtube.com/watch?v=kQdwB0dz0uM

9 de julio de 1995: la contrarreloj más humana

Un día después asestar un golpe de autoridad a sus principales adversarios con el ataque camino de Lieja, llegaba el terreno favorito de Indurain, una larga contrarreloj de 54km entre Huy y Seraing. No fue la mejor de su carrera, fue la más humana. Incómodo y obligado sobre la espada, se impuso con solo 12 segundos sobre un sorprendente Bjarne Riis, que resistía a 23 en la general y que precisamente en 1996 acabó con el reinado del español. Los Berzin, Rominger y Jalabert se perdían a más de dos minutos.

11 de julio de 1995: remontada en los Alpes

Más lejos aún estaba Alex Zülle tras una decepcionante crono y, después del primer día de descanso, atacó enrabietado en la primera etapa de alta montaña: 166km entre Le Gran Bornard y La Plagne. El suizo se marchó en solitario en el Cormet de Roselend cuando faltaban 99km a meta. Parecía una locura, pero llegó a recuperar los 4:29 de pérdida con Indurain y ya era maillot amarillo virtual.

Lo que parecía una debacle se convirtió en una remontada prodigiosa de los Banesto y su jefe, que en la subida de La Plagne dibujó una de sus mejores tardes, pese a que fue un día gris y lluvioso. El navarro atacó sin levantarse del sillín, destrozando a sus rivales y reduciendo la ventaja de Zülle hasta los dos minutos. Tonkov llegó a 4:11, Pantani a 4:37, Rominger y Virenque a 6:05, Riis a 7:37, una auténtica tortura. El Tour ya tenía ganador y solo habían pasado diez etapas.

https://www.youtube.com/watch?v=LBXyWda56nA

14 de julio de 1995: contra las cuerdas en el Macizo Central

La ONCE de Manolo Saiz no daba el amarillo por perdido y en la 12ª etapa (245km entre Saint-Étienne y Mende por el Macizo Central) preparó un zafarrancho que puso contra las cuerdas el liderato de Indurain. Casi desde la salida se metió en la fuga Laurent Jalabert, acompañado por dos compañeros, Mauri y Stephens. El movimiento pilló a los Banesto por sorpresa y, pese al trabajo, el grupo de Jaja llegó a contar con más de diez minutos de ventaja, diferencia que le situaba como líder virtual.

El equipo de José Miguel Echávarri encontró un inesperado aliado en el equipo italiano MG, que no se jugaba nada, pero relevó en la persecución, aunque la victoria de etapa ya estaba delante. En la empinada subida al aeródromo de Mende, el líder tomó el mando en primera persona, respondió una y otra vez a los ataques de Pantani, al que parecía no perdonarle su osadía en el Giro del 94 y retuvo el amarillo con tiempo suficiente sobre Jalabert.

23 de julio de 1995: una foto para la historia

Los cinco momentos en el quinto Tour de Indurain no podían terminar de otra manera, con una foto imborrable, vestido de amarillo en los Campos Elíseos por quinto año consecutivo. El campeón navarro ya se podía sentar en la misma mesa que las leyendas: Merckx, Hinault y Anquetil. Tras un dominio tan formidable, nadie se esperaba su final en 1996, pero esa ya es otra historia.

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