Supe de la Crocodile Trophy hace 20 años, poco después de mis inicios en MTB. Y fue desde el mismo momento en que leí un artículo sobre ella en una vieja revista. Han pasado dos décadas y ahora estoy sentado en un Airbus380 rumbo a Sidney. En unas horas espero tomar la salida de esta mítica carrera en la que hace tanto tiempo que estoy soñando con participar.
Texto: Ignacio Sopesens
Fotos: www.reginastanger.com
He hecho varias Titan Desert, Cape Epic, Transpyrs o Transcumbres. Pero me faltaba la primera, la pionera, la mítica Crocodrile Trophy. Así que sin dudarlo un segundo engañé a unos cuantos compañeros de fatigas y aventura para volar a hasta la otra punta del mundo. Después de incontables horas de vuelo y varios aeropuertos, aterrizamos con la clásica mezcla de ilusión y respeto a lo desconocido pero con la certeza de que íbamos a vivir unos días inolvidables. Así arrancó mi gran aventura australiana:
al que daremos cuatro vueltas rodando al límite de pulsaciones. El sinuoso singletrack exige máxima concentración, acelerando y frenando continuamente, sorteando arboles, y trazando curvas peraltadas.
Primera etapa en línea. Empezamos con un enlace por asfalto recorriendo las calles de Cairns hasta un puerto de montaña que presenta desniveles de más del 10 %. Breve parada y se da la salida, a nuestra izquierda el mar y la ciudad de Cairns nos distraen durante 25 km. Temperatura 40°. A partir de ahí largas pistas en el bosque, salpicado de termiteros gigantes que vigilan nuestro paso. Pendientes de más del 15 % nos obligan a patear alguna de ellas. Una etapa cruel, que deja fuera de control a 25 corredores en el avituallamiento.
En esta etapa se realizaban dos vueltas de 26 km en un enclave que ofrece más de 70 km marcados de singletrack, donde las curvas de 180 grados, los peraltes, los saltos y las constantes aceleraciones hacen que las tres horas de duración de la etapa pasen volando. Algunos habríamos dado otra vuelta y coincidimos en calificarlo como uno de los mejores días de MTB de nuestra vida.
De nuevo, las paellas, las subidas y bajadas, los saltos de los que ya disfrutamos y ya reconocemos como expertos. Llegamos a una pista de más de 30 km a través de la jungla. En solitario la mayor parte del tiempo, pasamos entre dos paredes de maleza tan tupida que dibujan un túnel sin final. Pedaleamos sobre barro, charcos y raíces, escuchando un sinfín de diferentes sonidos de los animales que nos rodean pero que no vemos. Mi pensamiento: “Hay que intentar no quedarse aquí como sea”. Siguen unas cuantas rampas de más del 15 % de pista ancha, capaz de desmoralizar hasta a un moderno 4×4, que nos recuerda que el MTB puede ser muy duro. Como premio, una apoteósica bajada que nos lleva hasta la meta.
Arrancamos la jornada con una interminable subida de más de 12 km con rampas entre el 6 y el 15 %. Pasamos luego por interminables pistas de ligeros toboganes. Sigue un terreno duro de piedras y roderas. Los últimos 40 km son de terreno llano pero mucho viento. Los hacemos en pareja con mi compañero de equipo. Nos relevamos cada minuto y vamos celebrando cada decena de kilómetros. Esto nos ayuda a hacerlo llevadero y a pasar el tiempo rápido. Yo diría que fue una etapa simplemente australiana: larga y de bello y variado recorrido, pero exigente y desgarradora. De premio nos esperan dos noches en una maravillosa plantación de café.
Parece una etapa de recuperación, y los corredores la convertimos en un sprint. Como si nos fuese la vida en ello. Empezamos rodando por encima de nuestro umbral anaeróbico y con viento de cara en un primer tramo de carretera. De repente, 90 grados a la derecha y entramos en un parque natural. Pista entre árboles llena de bañeras de Fez-Fez. Sin ver dónde pisas ni quién llevas delante, parece una sensación que todos hemos vivido en algún momento. Pero si lo haces en una pista estrecha, con continuas curvas a izquierda y derecha, árboles a los lados y algún que otro socavón, conviertes el pedalear en un viaje que te puede llevar directo al hospital. Sin embargo parece que a nadie le importa. En este contexto, el corredor número 40, que completaría la Crocodile Trophy con una sola pierna y sin prótesis, nos adelanta en dos ocasiones y tira del grupo consiguiendo descolgar a varios elementos. Bestial: es pura fuerza, rápido y hábil como el que más. Chapeau!
mantenernos a rueda, intentando cobijarnos tras ciclistas más potentes. Aparece de nuevo la selva en los últimos 40 km, que hacemos a ritmo vivo y sin respiro entre continuos sube y baja.