España es uno de esos países donde el calor, en verano, aprieta. Y de lo lindo. Prácticamente en todos los lugares alejados de la costa –salvo la cornisa cantábrica y las zonas de alta montaña- son verdaderos hornos en la temporada estival. En el mes donde nos encontramos eso, evidentemente, no pasa. Al contrario, como el invierno se ponga más crudo de lo normal podemos encontrar problemas en las carreras por culpa del frío, la nieve o las peligrosas placas de hielo.
Precisamente por eso, desde hace unos años gran parte del pelotón aprovecha el verano austral para marcharse a países del Hemisferio Sur que les permiten quitarse el frío durante los peores meses invernales. Porque España todavía tiene un pase, pero imaginen a un noruego en pleno enero. O un polaco. Desde luego, en Australia o en Argentina se está mejor… aunque tampoco siempre.
Porque en la Vuelta a San Juan (2.1.) que se está celebrando estos días, la organización ha tenido que aplicar el Protocolo frente al calor extremo y acortar la sexta etapa en 17 kilómetros. Con final en Pocito y victoria de Max Richeze -que ha ganado entre los escapados de una fuga que sí ha tenido éxito- para regocijo de la afición local. Pero en etapas de este tipo, desgraciadamente el protagonista como vencedor queda eclipsado por ‘lo otro’. Temperaturas entre 42 y 47 grados durante todo el trazado de la etapa en una zona casi desértica.
Pero no sólo eso: la organización ha tenido que hacer exactamente lo mismo con la séptima y última etapa que acaba de terminar, también con triunfo de Richeze. Lo que era, en un principio, un recorrido de ocho vueltas a un circuito urbano por San Juan se ha quedado en siete: por tanto, pierde 11 kilómetros y acaba en 127,2 la distancia total. La decisión se ha tomado antes de la salida y por la misma razón.
“Ya estaba al límite”
En general, la sensación entre el pelotón es que la organización ha acertado tomando una medida que anunció en torno al kilómetro 100. Bauke Mollema, ganador final de la prueba, ha aplaudido el “buen criterio” a la hora de aplicar la medida, que por cierto ha sido solicitada por Tom Boonen. El Protocolo de Condiciones Extremas parece ir asentándose en el reglamento y en la conciencia del pelotón y los responsables de las carreras.
“Tanto calor no era saludable”, explicaba Mollema. “Yo nunca he corrido con unas temperaturas tan altas. Es cierto que han acortado la etapa, pero con cuatro horas bajo ese insoportable calor, yo ya estaba al límite”, comentaba el neerlandés líder de la prueba. Algo en lo que coincidía también un exultante Richeze, que definía el día como una etapa “muy difícil y terrible debido al calor”, y aseguraba que a pesar de su felicidad por haber ganado la cuarta de Quick Step Floors en seis días se encontraba “verdaderamente agotado”.
Down Under, Doha…
Son varios los precedentes de alertas por calor extremo entre el pelotón durante las últimas fechas. Ya es conocido por todos lo que ocurrió durante el Mundial de Doha, en el pasado mes de octubre. De entrada, atrasando la cita entre dos y tres semanas a sabiendas de que en septiembre sería imposible celebrarla. Y luego las imágenes de corredores –especialmente dramático lo de la contrarreloj por equipos femenina, y también la individual, con ciclistas que simplemente perdían el control de la bici y se terminaban yendo al suelo- en situaciones extremas por culpa del fuerte calor.
También en el pasado Tour Down Under hubo referencias a las altísimas temperaturas, aunque en ese caso no se llegaron a aplicar los protocolos de condiciones extremas porque las etapas, ya de base, son bastante más cortas que en la ronda argentina. Con humor se lo tomaba, por ejemplo, Carlos Barbero. El recién fichado corredor del Movistar mostraba una imagen en su Twitter personal donde se veían las temperaturas a 44 grados de media en suelo australiano, con mínimas de 40 y máximas de 48. “En España están en la nevera y en Australia en el horno”, escribía. Siendo de Burgos, algo debe saber de lo que es el frío.
En definitiva, el calor está muy presente en la actividad del pelotón internacional en los últimos meses coincidiendo con el traslado del calendario a lugares que hace pocos años ni siquiera se pisaban. Evidentemente no es malo que los mejores equipos del mundo vayan a estos sitios, pero sí que las organizaciones deben mostrar una sensibilidad especial a la hora de diseñar los recorridos para evitar posibles sustos. Y eso que en España sabemos el calor que hace en Córdoba en agosto. Pero hay lugares donde el mercurio llega aún más arriba.