Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y los del ciclismo sabemos que es una verdad absoluta. Se basa en una historia de leyendas, épica y nostalgia. Está escrita por el sudor y la sangre de los campeones en la dureza de las montañas. Es un deporte de gran fondo y al borde de la agonía, puertos encadenados y largas etapas contrarreloj, aunque ahora nos suene a cuento chino. El Tour desprecia esa riqueza de su relato y la Vuelta nunca lo ha tenido. Menos mal que nos queda el Giro, guardián de las tradiciones.
-¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh?
-Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro.
(La Grande Bellezza, Paolo Sorrentino)
Hace varios años que las carreras de tres semanas se han establecido alrededor de los 3.500 kilómetros totales. Ya no se estila la continuación de interminables jornadas por encima de los 200km. Nos quieren vender un ciclismo de días cortos y a toda mecha, el espectáculo era esto, repiten. El Giro no inventa y se guía por su pasado. El recorrido de la 103ª edición apuesta por lo clásico: 190km de media por etapa sin contar las tres contrarreloj, sí, tres, y un menú con algunos colosos de toda la vida: Bondone, Stelvio, Agnello, Izoard…
Sicilia y los Apeninos
Las fechas y el recorrido originales, con una salida pagada desde Hungría, se han visto alterados por la pandemia, como casi todo en este mundo. El Giro del renacimiento, como se empeñan en apodarlo desde la propia organización, partirá el sábado 3 de octubre desde Sicilia y discurrirá íntegramente en suelo italiano, salvo durante unos kilómetros de paso por los Alpes franceses. Una contrarreloj individual de 15km entre Monreale, cuna de los arancini, y la árabe-normanda Palermo dan inicio a la carrera.
Un día después espera el final en cuesta tan típico de los italianos, se encuentra en Agrigento, donde el Valle de los Templos, ideal para contemplar el esplendor de la Grecia Magna. En la tercera etapa continúa el viaje desde la elevada Enna hasta el Etna (18.2km al 6.8% de pendiente media en una vertiente inédita), un juego de palabras para la primera llegada en alto de verdad. Si el Giro pasa por Sicilia no podía faltar el volcán que cuando se enfada tiñe toda la parte oriental de la isla de ceniza.
Después de un corto trayecto entre Catania y Villafranca Tirrena, la corsa rosa se adentra en la península por Calabria con un parcial de genial diseño: 223km de Mileto –no es la de Tales– y Camigliatello Silano sin un metro llano y con el Valico de Montescuro (25.6km al 5.4%) en la parte final. De la punta al tacón de la bota, el pelotón se dará un paseo por el Adriático y sus playas de pago con tres finales para velocistas en Matera, Brindisi y Vieste y una exigente 9ª etapa que se adentra en los Apeninos con cuatro puertos y la meta en Roccaraso (10km al 5.7%).
Tras la senda de Pantani
La media montaña y los muros (lejos de meta) son otros signos característicos del Giro. La 10ª etapa ofrece un perfil para emboscadas: 177km entre Lanciano y Tortoreto, con un bucle plagado de trampas en los Abruzzos y con el imponente Gran Sasso al fondo. Tras una nueva oportunidad para los hombres rápidos en Rimini, lugar de vacaciones y de triste recuerdo por la muerte de Pantani, llega el primer homenaje al Pirata con otra jornada incontrolable: 204km con salida y llegada en Cesenatico salpicados por nueve subidas en las carreteras que el mito frecuentaba en sus entrenamientos.
Después de pasar por Monselice y otro castillo en lo alto de una roca, ya en el Véneto, esperan dos días clave para los aspirantes al rosa. En la 14ª etapa, la contrarreloj (no tan) larga de la carrera, de 34km entre Conegliano y Valdobbiadene, entre los viñedos del espumoso prosecco, ingrediente indispensable para preparar el Spritz veneciano, aperitivo de moda que ha traspasado las fronteras italianas. Y en la 15ª, el segundo final en alto, Piancavallo (14.5km al 7.8%), donde Pantani empezó a ganar el Giro del 98 ante Tonkov y Zülle.
Dolomitas, Alpes y crono en Milán
La tercera semana arranca con otra sección larga y pestosa: 229km entre Udine y San Daniele del Friuli que incluye tres subidas al Monte Ragogna (2.8km al 10.4%) en el circuito final. Será el anticipo para un tríptico de otra época con tres tappones –por algo en Italia se inventaron esa palabra– con más de 200km y que superan los 5.000 metros de desnivel positivo. En la 17ª, final en la estación de esquí de Madonna de Campiglio (12.5km al 5.7%), otro guiño a la leyenda de Pantani en el lugar donde conquistó su última gran victoria y lo perdió todo porque un después fue expulsado por superar la tasa de hematocrito cuando ya tenía ganado el Giro del 99.
En la 18ª, su majestad el Stelvio (24.7km al 7.5%), con los 43 tornanti, el mítico vídeo de Coppi en la retina y la sempiterna amenaza de nieve antes de terminar en los inéditos Lagos de Cancano (8.7km al 6.8%). Después de un paréntesis de 251km, el más largo del Giro, completamente llano camino de los Alpes franceses, la 20ª aguarda un colosal encadenado que se recita de memoria: Agnello (21.3km al 6.8%), Izoard (14.2km al 7.1%), Montgenèvre (8.4km al 6%) y Sestriere (11.4km al 5.9%). Solo falta la Finestre, por pedir.
De postre, una contrarreloj en Milán (16.5km) que parece inofensiva, pero podría cambiar el nombre del ganador, como ya pasó en 2011 –no me olvido de Purito– y 2017 en la victoria de Dumoulin sobre Quintana. Así es la mejor carrera ciclista del mundo y se celebra del 3 al 25 de octubre. El Tour no está a la altura, no se engañen. El Giro es el guardián de las tradiciones. Con la historia no se juega.
Los perfiles



















