JOSEF AJRAM ENTREVISTA A ANTONIO LOBATO

Detrás de su voz hay un biker con cuerpo de escalador, sufridor sobre la bici y que le gusta demostrarse que puede dar el 100 % antes de decir que no puede.

JOSEF AJRAM ENTREVISTA A ANTONIO LOBATO

MUCHOS RECONOCEMOS SU VOZ CUANDO PONE TODA SU PASIÓN AL NARRARNOS LA EVOLUCIÓN DE UN GP DE F1. Pero detrás de esa voz hay un biker con cuerpo de escalador, sufridor empedernido sobre la bici y que le gusta demostrarse que puede dar el 100 % antes de decir que no puede. Una persona que aplica los valores del deporte a su profesión y que nos explica con ilusión curiosidades ciclistas en el mundo de la F1. Con vosotros, Antonio Lobato, todo un Titán.

¿Quien es Antonio Lobato?

Antonio es un tipo normal. Tímido, honesto, familiar, que tiene los pies en el suelo y que se entrega al máximo en cada cosa que hace. Perfeccionista, muy crítico consigo mismo, que cree más en la

imaginación y en la improvisación que en los guiones y las cosas planificadas. Con un genio horrible, pero que ha podido ir domando con el paso de los años, aunque al mismo tiempo sensible. Un hombre afortunado, agradecido, orgulloso y feliz de tener la gente que tiene a su lado. De pocos, pero buenos amigos.

¿Cómo te iniciaste en el mountain bike?

Empecé hace unos veinte o veinticinco años. Siempre me había gustado la bici, pero lamentablemente nunca había encontrado tiempo para entrenar con regularidad. Así que entrenaba, mejor dicho, salía a montar en bici de forma muy esporádica. Pronto descubrí que la única forma para mejorar iba a ser madrugar. Por eso, me acostumbré a montar a las 8.00 antes de ir a trabajar. La mejora física y mental fue inmediata. Estar solo en medio del monte montando en bici antes de ir al trabajo era casi analgésico. Me duraban los efectos beneficiosos todo el día. Cuando llegué a la F1 todo se complicó aún más. Pasar 170 días fuera de casa cada año y soportar la tensión y la responsabilidad de los programas hacía muy difícil tener regularidad. Me llevé la bici un par de años a los circuitos, para poder seguir entrenando, pero era muy complicado. Al final descubrí que era más fácil entrenar con la bici cuando estaba en casa y correr a pie cuando estaba en los circuitos.

Has vivido dos Titan Desert diferentes. ¿Qué has aprendido de cada una?

La primera Titan fue muy dura, pero muy beneficiosa para mí. Fue la del año pasado e independientemente de las etapas tremendas que tuve que afrontar, sufrí desde el segundo día unas llagas terribles en el trasero. No tengo palabras para definir el dolor que arrastré durante los cuatro días siguientes. Siempre aumentando de forma exponencial. A pesar de los ibuprofenos y demás

analgésicos y antiinflamatorios que tomé, el dolor era tan intenso que no podía rodar en grupo y prácticamente tenía que ir casi siempre de pie. Afrontar etapas de 120 km por el desierto solo contra el viento de cara es un reto demoledor. Hay que tener la cabeza muy fuerte para no tirar la toalla. Sin embargo, aguanté. Con altibajos en el ánimo, pero aguanté. Y todo el dolor y el sufrimiento se convirtieron en orgullo y satisfacción cuando crucé la meta el último día y fui finisher. No he sufrido tanto en mi vida y, aunque muchos puedan pensar que es de locos dejarse el alma por hacer algo así en lo que solo consigues que te den una piedra y un maillot cuando terminas, para mí fue una de las mejores experiencias de mi vida, que además me ha hecho mucho más fuerte.

La segunda Titan fue la de este año. Estaba más fuerte, más preparado que la anterior y me defendí muy bien en las dos primeras etapas. Pero en la Titan no sirve solo estar fuerte. Tuve que abandonar en la etapa 3 después de pasarme la noche vomitando por culpa de una gastroenteritis. Tomé la salida, pero sin haber desayunado, sin poder comer ni beber (lo vomitaba todo) y con un dolor de estómago horrible, sabía que mi futuro era muy negro. Lo intenté, pero en el kilómetro 60 a 35°C, la deshidratación y la falta de carbohidratos me obligaron a parar. Y de repente te ves tirado a la sombra de un camión atendido por los médicos, llorando como un niño, porque tu sueño se ha terminado después de tantos y tantos kilómetros de entrenamiento durante el invierno. Piensas que le has fallado a alguien, pero en realidad solo te has fallado a ti mismo. Y ni siquiera eso, porque cuando recapacitas, te das cuenta de que lo has dado todo.

¿Qué circuito de la F1 es más duro para rodar en bici?

Todo depende del ritmo claro. Me acuerdo una vez en el circuito de Cataluña que salí solo a dar unas vueltas y de repente me pasó Jarno Trulli. Le cogí la rueda y nos pusimos a rodar juntos. Buuuuffff, fue brutal. El tío quería descolgarme y yo me agarraba a su rueda como una rémora. En las subidas, que las hay, se ponía de pie y apretaba. Yo lo daba todo para no descolgarme. Jarro miraba hacia atrás y se reía al verme darlo todo para no perderle. Al final después de cinco vueltas en zona roja me pasó su bidón de agua porque se dio cuenta de que a mí se me había olvidado. Fueron las vueltas más duras que he dado nunca en un circuito. Luego hay otros duros como Spa, que tiene una subida al 19 %, pero es muy corta y el resto es casi todo cuesta abajo. Nürburgring tiene una zona en el que empieza a picar hacia arriba y a buen ritmo te desgasta. También está Malasia. En Sepang, más que las subidas, el problema es el calor y la humedad. ¡Creo que no he sudado tanto en mi vida!

¿Qué piloto de los que has conocido es un buen ciclista?

Todos lo pilotos de F1 utilizan la bici como parte de su entrenamiento. De los que he conocido, quizá Mark Webber o Jenson Button fueran los que más en forma estaban con la bici, pero a Fernando Alonso, Carlos Sainz y Roberto Merhi también les gusta mucho la bici y le dan bastante fuerte. Con Fernando he tenido la fortuna de montar bastante y, buff, el tío está muy muy fuerte. Es especialmente bueno en contrarreloj y además tiene ese carácter tan tremendamente competitivo que, aunque salgas con él en grupeta de amigos, automáticamente la salida se convierte en el

Tour de Francia para él.

¿Con quién te encantaría pedalear?

No soy muy mitómano y, aunque sería fácil elegir un grupo de ciclistas profesionales a los que admiro, soy consciente de mi nivel y no estaría ni muchísimo menos a la altura ni siquiera en un entrenamiento ligero de ellos. Me gustaría y me gusta pedalear con la gente que me hace sentir bien, con la que me puedo reír, con la que logro olvidarme de las tensiones y los problemas que me encuentro cuando me bajo de la bici, con gente generosa que te ayuda y te espera si tienes un mal día y a la que tú esperarías porque, simplemente, merecen la pena. Gente que te aprieta y te lleva con el gancho y que te felicita el día que tú les has estirado el cuello.

Una frase que motive a nuestros lectores...

Que el perdedor de cualquier carrera no es el que llega el último, ni siquiera el que abandona, el perdedor es el que no se atrevió a intentarlo.

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