Es evidente que la competición está en auge. Nos referimos sobre todo a aquellas pruebas, especialmente maratón, en las que cada año participan infinidad de bikers de todo tipo, pero de manera predominante los amateurs.
Ciclistas que compaginan su trabajo y compromisos familiares con su pasión por la bicicleta. Para todos ellos, el hecho de tener acceso a la competición en un muy formato asequible desde el punto de vista físico y logístico, supone una motivación y un auténtico reto para el que sin duda hay que tener una buena condición física.
Por ese motivo, cada vez más en los planes de muchos de estos bikers aparece la idea de hacerse, por qué no, con los servicios de un profesional que le ayude a sacar más partido de su potencial físico, dar lo mejor de sí mismo cuando se pone un dorsal.
¿Con salir en bici basta?
Es cierto que el simple hecho de salir con regularidad en bici ya supone en sí mismo una cierta manera de entrenarse y de mantener un buen nivel de forma física. Pero competir suele ser sinónimo de máximo rendimiento, de exigencia y consecución de objetivos.
Esto para algunos significa ganar, acabar dentro del top 10, 20, 30... etc. Sin embargo, para otros, para muchos, que disponen de menos tiempo para entrenar y cuidarse, el reto de la competición puede consistir simplemente en ser capaces de acabar la prueba dentro del tiempo máximo establecido por el organizador y hacerlo, por cierto, sin dejarse la salud en el intento.
Para ambos casos puede resultar interesante, por tanto, que un experto en entrenamiento, en rendimiento físico, le ayude a optimizar el potencial que todos llevamos dentro.
Un buen gestor del rendimiento
Debemos tener claro que la figura de un preparador físico actúa como un gestor de nuestros propios recursos, por tanto y a priori, no podemos esperar de él que nos convierta en un campeón del mundo de la noche al día si no tenemos además el potencial previo para serlo.
Hay que saber que nuestra propia capacidad está condicionada endógena y exógenamente. Es decir, por factores internos y externos. Los internos vienen determinados por nuestra herencia genética y suelen tener un cierto margen de mejora, mediante el entrenamiento, pero limitado, casi nulo en algunos casos. Los externos son en cambio los que hacen referencia a cuestiones como nuestro entorno y hábitos. Hablamos de cuestiones como la experiencia acumulada montando en bici, el tipo de terreno al que estemos más adaptados, tiempo del que disponemos para entrenar, etc.
Aspectos sobre los que tenemos más poder de actuación y que también contribuyen, si los manejamos correctamente, a obtener un mejor rendimiento. Esa es justamente la labor de un buen preparador físico. La de estudiar cada caso y atendiendo a nuestras circunstancias, proponernos el plan de trabajo o entrenamiento que más se adecue a nuestro perfil y necesidades.
El perfil preparador físico
Si no has tenido nunca un preparador físico, es normal que tengas dudas sobre qué perfil o requisitos debe reunir esta figura para que pueda ayudarte realmente y ofrecerte un plan efectivo. Con el auge existente en el mundo del deporte, hoy en día hay una oferta muy extensa de entrenadores que ofrecen servicios específicos. En este sentido, debes asegurarte de dos aspectos que suelen ser determinantes.
Por un lado, la experiencia del preparador y, por otro, cómo no, su formación. Que tu entrenador practique o haya practicado mountain bike le hará entender mejor tus necesidades y tus sensaciones, lo que va a facilitar todo mucho más.
Pero por otro lado, debe tener una formación sólida en torno a la teoría del entrenamiento, fisiología del esfuerzo, aspectos biomecánicos y otras áreas del rendimiento humano. Unos conocimientos que se suelen adquirir normalmente cursando estudios superiores en torno a Ciencias de la Educación Física y el Deporte.
5 razones para tener preparador físico
1. Mayor motivación
El simple hecho de que alguien te proponga un plan definido, unas tareas que realizar cada semana, unos objetivos bien definidos por conseguir suele ser algo motivador que te impulse a salir en bici, esforzarte y superarte con más animo.
2. Visión objetiva
Si usa los métodos adecuados, tu entrenador tendrá una visión objetiva, científica de tu rendimiento y de tus evoluciones, con lo que si tienes una buena comunicación, con él conseguirás saber en todo momento cuál es tu punto de forma y tu rendimiento.
3. Saber planificar
La mayor dificultad en el entrenamiento reside en planificarlo para llegar en la mejor forma posible en un momento determinado. La visión objetiva, profunda y global de un buen preparador físico deber permitirlo, algo que es más complicado de conseguir si tú mismo eres quien intenta planificarte.
4. Capacidad de optimizar
Que alguien con conocimientos y experiencia piense por ti hace que sea más difícil que se escapen los pequeños detalles que, si descuidas, pueden influir negativamente en tu nivel de forma. Pautas de recuperación, análisis de tus gráficas de pulsaciones o vatios planificación Establecer sinergias Si entre tu entrenador y tú hay
una buena relación, juntos seréis capaces de conocer mejor tu respuesta al entrenamiento, de anticiparos a los problemas y de preparar con eficacia cualquier objetivo. Juntos seréis un equipo que trabaja con un mismo objetivo.
Fotos: Jesús Andrés Fernández