Pedals de Foc - Nuevas variantes 2012. Más espectacular y divertida

Puede que seas uno -o una- de los miles de bikers que han hecho la Pedals de Foc, pero es probable que te cueste reconocer la mayor parte de las localizaciones fotográficas de este reportaje. La explicación es muy sencilla: casi todas pertenecen a las nuevas variantes de esta ya legendaria ruta. A finales del verano pasado tuvimos la suerte de catar cinco de ellas. Más kilómetros, desniveles mayores, nuevos puertos, más sendas, descensos más técnicos… La Pedals de Foc es más potente y aventurera que nunca.

Pedals de Foc - Nuevas variantes 2012. Más espectacular y divertida
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Puede que seas uno -o una- de los miles de bikers que han hecho la Pedals de Foc, pero es probable que te cueste reconocer la mayor parte de las localizaciones fotográficas de este reportaje. La explicación es muy sencilla: casi todas pertenecen a las nuevas variantes de esta ya legendaria ruta. A finales del verano pasado tuvimos la suerte de catar cinco de ellas. Más kilómetros, desniveles mayores, nuevos puertos, más sendas, descensos más técnicos… La Pedals de Foc es más potente y aventurera que nunca.

En verano de 2005, un amigo y colega de profesión me habló de una nueva ruta de mountain bike que te llevaba a conocer espectaculares paisajes del Pirineo y tenía unos desniveles considerables y un recorrido de 220 km que se podía dividir en etapas a medida: era la Pedals de Foc. Con esta ruta estaba naciendo un nuevo concepto de cicloturismo de montaña que combinaba el reto, la aventura y el ocio, en el que la logística de la organización te permitía disfrutar del mountain bike sin cronómetros.

La podías hacer cuando quisieras, en los días que pudieras, solo, en compañía, a tu ritmo… Había premio, eso sí, para todos los inscritos: disfrutar de la ruta, de sus paisajes, sus puertos, sus interminables descensos… Y un maillot de finisher para los que la completaban. Han pasado casi siete años y miles de bikers han disfrutado de esta ruta autoguiada. En este tiempo, muchas cosas han cambiado y los aficionados a las rutas también. Por eso, el recorrido ha variado en algunos tramos, se han añadido sectores de senda y se ofrecen bucles opcionales en todas las etapas para los que quieren vivir una Pedals de Foc “diferente”. Y a eso volvimos a Vielha, a ver cómo es la “nueva” Pedals de Foc.

Más alpina que nunca

Hace seis años, la entonces directora del Hotel Pirene era quien trasladaba personalmente a los bikers en su coche hasta la boca sur del túnel de Vielha. Hoy nos recoge Alberto en un flamante taxi monovolumen con un remolque especial para llevar bicis. “Vamos a hacerlo bien, que ésta tiene los pedales muy grandes y no quiero que toquen el cuadro de la otra…”, sostiene mientras asegura las bicis con sumo mimo.

El túnel pronto queda atrás, y de repente estamos frente al refugio de Conangles, a orillas del Noguera Ribagorçana, en el sombrío valle de Barrabés. Aquí empieza la célebre Pedals de Foc. Y lo hace en bajada, a través de una masa de pinos, por un camino desigual que puede sorprender a más de uno. El tramo pedregoso precede a una subida que nos devuelve el calor al cuerpo. “Ya estamos en el embalse de Baserca, ahora toca bajar hasta Senet”, me dicta la memoria. Y justo antes de acceder al pueblo, entramos en territorio desconocido. La variante de hoy se basa en una ascensión larga y sostenida por una pista hasta más allá de los dos mil metros de altura.

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A medida que subimos, ganamos perspectiva de las montañas más orientales del Parque Natural de Posets-Maladeta. Pletóricos de energía, enfilamos casi sin darnos cuenta las últimas rampas del puerto de la Gelada. Arriba nos comemos unos melocotones, hacemos unas fotos y nos lanzamos pendiente abajo por un prado repleto de sendas labradas por el ganado. La trocha principal desemboca en una pista que nos lleva hasta las ruinas de una ermita y, finalmente, a Barruera. Abajo, un paisano a los mandos de un veteranísimo todoterreno nos pregunta por un rebaño de ovejas que debería pastar libre por los prados altos de La Gelada. “Ovejas no hemos visto, pero caballos sí”. “¿Caballos?”, responde sorprendido. No es de extrañar que le dé pereza subir hasta allá arriba.

El resto de la etapa es común con la PdF clásica. Al pasar por Iran entramos a sellar el libro de ruta en Casa Joanot. El menú degustación rezuma aromas irresistibles, pero acabamos de engullir unas poderosas barritas. La tentación es mayúscula; sin embargo, decidimos continuar, librando a partir de entonces un despiadado combate con los jugos gástricos. En Gotarta nos espera Mercè, de Casa Vilaspasa. Ella nos dará de merendar mientras nos enseña cómo prepara mermelada casera.

En vez de ir hasta Vilaller y pasar por el Coll de Sesserres (1.354 m), se sube al Puerto de la Gelada (2.061 m) desde Senet y se accede al valle de Boí por Barruera, por un descenso técnico.

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Respecto a la PdF normal: Tiene 1 km menos y 230 m+ más. Paisaje más alpino.

Dificultad: La ascensión del puerto acumula 750 m en sólo 10 km de pista. El descenso es más exigente, con pendientes muy fuertes, curvas cerradas y tramos de piedra suelta, aunque la mayor dificultad reside en vencer la tentación de hacer los primeros metros de senda sin montarse en la bicicleta, pues se trata de un espacio protegido.

Asfalto: Entre Barruera y el puente de Saraís, donde se retoma la ruta normal, hay 4,4 km de enlace por carretera comarcal en suave descenso.

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Rizando el rizo

El segundo día despertamos bastante enteros, pese a que de madrugada una potente tormenta eléctrica ha intentado arrancar las persianas de la casa. Por lo demás, la paz que se inhala a cualquier hora en Gotarta es inevitablemente reparadora.

Tras un sano desayuno arrancamos por la tradicional ruta de la PdF en dirección a Malpàs y Castellar, donde sellamos oportunamente nuestros pasaportes. Una larga pendiente asfaltada nos arrima al Tossal de la Costera, donde nuestro track se despide del itinerario clásico, que va hacia el Coll de Fades. Nosotros nos colamos por un camino algo roto que desemboca en un arroyo. En la otra orilla, tras salvar una playa de cantos rodados grandes como pomelos, la vereda se encarama sin contemplaciones. Dos minutos después damos espasmos sobre la bici, sorteando regueros, haciendo equilibrios y notando cómo el aire frío entra por la garganta para salir abrasador un segundo después. Al alcanzar la pista nos sentimos aliviados. El calvario ha sido breve –menos de 1 km–, pero dolorosamente intenso.

Pronto estamos en el pueblo abandonado de Massivert, en el que vive una vaca que pasea a sus anchas por sus viejas callejas, medio tomadas por la maleza, cubiertas de escombros y bien nutridas de heces estratégicamente dispuestas por su única habitante. A partir de aquí, el track nos descubre una senda trialera, angosta y olvidada, de esas que no aparecen en los mapas.

El GPS nos conduce hasta el Coll de la Creu de Pervés, donde cruzamos la N-260 y la fuente de Corroncui. Al salir del pueblo, el camino muere al borde de un barranco. El track insinúa un paso pendiente abajo, totalmente a campo través. Dudamos un instante, pues no hay huella alguna. Nos bajamos de las bicis y nos aventuramos entre matorrales para ir a ganar la otra orilla del Comallonga, donde volvemos a montar por el Camino del Bosque, hacia el Coll de Berri, Burguet y Senterada.

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Es aquí donde nos percatamos de que nos falta prácticamente media etapa. “El track no miente. Apuntamos mal el kilometraje”, advierto a Amelia. La noticia es un jarro de agua fría, pero en ningún momento logra agriarnos la comida, unos exquisitos bocadillos en la histórica Casa Leonardo. A partir de aquí, la ruta nos guía por un entramado de sendas y caminos trepadores hasta el lago de Montcortés.

La ascensión a la Collada de Sant Quiri es agradable y progresiva. Al principio rodamos junto al río, que fluye encañonado. Luego, el puerto se abre, el sol se esconde tras La Ginebrera y apuramos los últimos lúmenes durante la veloz bajada, muy larga y entretenida, hasta el lecho de la Vall Fosca –‘el valle oscuro’–, que está ya, efectivamente, completamente a oscuras.

Al llegar al Hotel Montseny, a las afueras de Espui, nos cae una merecida bronca. Hace horas que nos esperan, preocupados. “Nuestro teléfono móvil está sin batería. Pensábamos que la etapa de hoy era de 50 km, cuando en realidad eran 90 km”, alegamos. Sabemos que no es excusa. Por suerte, Albert es un santo y nos perdona enseguida, colmándonos de atenciones.

La cena es digna de mención: tabla de embutidos, quesos y patés artesanos como entrantes, una cazuela de densa sopa casera de primero, entrecots de ternera de segundo y, sobre la bandeja de patatas fritas, un par de contundentes butifarras. “¿Postre?”, pregunta el camarero. “Hemos sido niños malos, no nos lo merecemos”. Y trae un platazo de sabrosos frutos secos.

Es el bucle que más se aleja de la ruta normal. La alternativa se desvía poco más allá de Castellars para perdernos –metafóricamente- por sendas técnicas y caminos muy solitarios que nos llevan hasta Senterada y el lago de Montcortés, para acabar subiendo al puerto de Sant Quiri (1.706 m).

Respecto a la PdF normal: Salen 40 km y 1.500 m+ extra, con bastantes caminos y sendas técnicas, sobre todo en el primer cuarto del recorrido.

Dificultad: El kilometraje, el desnivel acumulado y la naturaleza del trazado, que es muy rompepiernas y esconde una larga ascensión en la parte final.

Asfalto: Hay algunos enlaces por carretera local, pero son breves.

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La variante del tercer día es una de las más complejas desde el punto de vista logístico. Para llegar a tiempo al teleférico de Sallentes de las 9.00 a.m. -el último de subida- hay dos opciones: a) Madrugón y pedaleo por la carretera hasta el embalse, o b) Solicitar un taxi. Desde PdF nos recomiendan la segunda, así que Carlos nos recoge puntualmente a las 8.30 a.m. con su furgo-taxi frente al hotel. Por el camino nos cuenta que la central hidroeléctrica de Sallentes es “reversible”, lo que la hace “realmente especial”. Siempre se aprende algo.

La segunda prueba de la gincana es montarse con las bicis y 50 excursionistas más en la cabina del teleférico. Por suerte, es enorme y puede cargar hasta 30 toneladas. Cuando estamos todos dentro, el motor arranca y el grueso cable tira de todo el invento izándonos a razón de un metro por segundo sobre un paisaje lunar. Trece minutos después aterrizamos a orillas del lago Gento. Nos esperan 5 km completamente llanos por el abandonado vial de un tren de vagonetas.

En total cruzaremos seis túneles, la mayoría ciclables, gozando de las espectaculares vistas de la Vall Fosca durante el resto del trayecto. Esquivando raíles y cacas de vaca -lo primero no resulta fácil, pero lo segundo es harto imposible-, coronamos sin haber sudado el legendario Coll del Triador, donde comienza un primer descenso al que le sigue un dilatado tramo con falsos llanos, también muy panorámico. El viento sopla de cara, pero avanzamos frescos y sin prisas hasta la última loma del Coll de la Portella, donde los cuádriceps sí se resienten del palizón del día anterior. Por suerte, ya todo es bajada. Primero por la pista, que invita a frenar poco, y después por un camino trialero que nace ya dentro de la estación de esquí y nos emplaza prácticamente en Espot. Al Hotel Roya entramos con unas nubes de tormenta pisándonos los talones. Es sólo la una. Es la primera vez que adelantamos a nuestras maletas.

Sustituye la larga ascensión al mítico Coll del Triador (2.172 m) por un viaje en teleférico (3,60 euros por persona y 3,60 euros por bici) hasta el lago Gento, donde se toma un camino sinuoso pero muy panorámico que desemboca en la cumbre del mismo puerto.

Respecto a la PdF normal: El taxi y el teleférico permiten ahorrar 10 km y 800 m de ascensión.

Dificultad: La senda del viejo “carrilet” tiene tramos aéreos y conserva los túneles, raíles y traviesas. La ciclabilidad del trazado dependerá de la habilidad de cada cual, pero en su mayor parte es relativamente fácil.

Asfalto: Desde Espui hasta el embalse de Sallente hay 9,5 km de asfalto y 500 m de desnivel. Si no vais en taxi, calculad 1,5 horas para estar seguros de no perder el teleférico de las 9 h, pues no hay más.

Sendas celestiales

Recién levantados, nos damos un banquete en el apetitoso desayuno buffet del hotel. En la recepción, Joana nos propone una tentadora excursión en 4x4 hasta el lago Sant Maurici, pero declinamos la oferta, pues la etapa de hoy es más larga que la de ayer y queremos dedicar tiempo a hacer fotos.

El día comienza en bajada, pero no por la carretera como cuando se estrenó la PdF en 2005, sino por un camino que se pierde en el interior del bosque, por la orilla opuesta del río Escrita. Después de cruzarlo por un puente subimos a Estaís por un camino muy empinado. Aquí, la PdF “moderna” mejora notablemente su trazado original, que seguía por asfalto hasta Son, y se aventura por una nueva senda verdaderamente trepidante.

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Una vez en Jou, la variante del día nos catapulta por el interior de un abetal hacia el Bosc Negre y el refugio del Pla de la Font. Sobre los 2.000 m, el paisaje se abre mostrando inmensos muros rocosos que resplandecen, verticales, bajo un cielo azul perfecto. El aire es frío y puro, y las piernas responden atentas a todos los impulsos. Nos sentimos llenos de energía al coronar la Collada del Pas del Coro, de 1.930 m, donde comienza una intensa bajada a través de un frondoso bosque.

Una dulce eternidad después hemos cruzado el paraíso de todo biker. Hemos entrado y salido de un sueño llamado La Mata de València d’Àneu, donde la senda se funde sobre un tierno manto de tierra, atravesada, eso sí, por viles cortados rocosos, firmes raíces entrecruzadas y revoltosos arroyos. Acorralados por la emoción, surcamos atentos la fantástica vereda, apuntalada por miles de abetos y delimitada por suaves helechos y troncos tapizados de musgo. En un par de puntos, el paraíso reclama prudencia, tocar con los pies en el suelo. Luego volvemos a levitar, eufóricos.

Tras un rápido descenso por el nuevo trazado de la carretera de La Bonaigua nos desviamos hacia Sorpe, donde la ruta deja el asfalto para recuperar un camino bastante trialero hasta Borén. Rellenamos los bidones, comentamos la jugada y continuamos cuesta arriba, por la carretera comarcal de Alòs d’Isil, a orillas del bravo Noguera Pallaressa.

Más allá del último pueblo, el asfalto da paso a una pista ancha. Pedaleamos entre montañas y bosques hasta el pueblo abandonado de Montgarri. Junto al santuario, del siglo XII, se encuentra el refugio Amics de Montgarri, que ocupa la antigua rectoría. Nos espera una cálida acogida, una ducha caliente, una cuidada y generosa cena, y una tertulia de sobremesa bañada con pacharán. La digestión y el alcohol, tras escuchar varias anécdotas montañeras, mellarán nuestra aparente locuacidad, y pronto será hora de trepar hasta la inexpugnable litera.

En vez de ir de Jou a Son por caminos sin apenas desniveles, sube hasta el refugio del Pla de la Font (2.017 m) y desciende al bosque de Gerdar por un estrecho y sombrío camino trialero verdaderamente excitante.

Respecto a la PdF normal: Es más alpina, con 4 km y 500 m+ extra.

Dificultad: La ascensión al Pla de la Font es mantenida, y en la bajada sólo hay dos o tres puntos delicados en los que conviene echar pie a tierra.

Asfalto: La variante no implica ningún tramo extra pavimentado.

Nuevos caminos, viejos caminos

Para los bikers que hacen la PdF, asomarse al Pla de Beret significa que se avecina el final de la travesía. La cuesta que hacen con Montgarri a las espaldas es el último escollo. A partir de ahí, sólo resta una larga y extasiante bajada a orillas del Garona, un frenético in crescendo sólo sacudido por algún que otro repecho traicionero.

Hoy, para nosotros, hollar el Pla de Beret sólo significa que resta un largo trecho de diversión. Enseguida estamos bajando a toda velocidad por mitad de una pista de esquí que nos lleva hasta Baqueira, donde enlazamos con una senda hasta ganar el valle de Ruda. Otro camino nos conduce sin esfuerzo hasta las afueras de Tredós, donde tomamos un nuevo sendero que trepa con inusitada crueldad.

Media vida más allá, las piernas parecen engranar el ritmo adecuado y nos elevan hasta los Baños de Tredós, donde la pista vuelve a ser de tierra. Pedaleamos bajo oscuras murallas de roca azotadas por finas columnas de agua. La pista y los pulmones nos llevan al Corèt de Prüedo.

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A partir de aquí, la variante nos desvía por una senda poco concurrida, algo descompuesta y bastante aérea, que sigue el canal de agua de la central hidroeléctrica de Arties. Al final del angosto sendero avistamos la larga tubería, que baja paralela a una también larguísima y empinadísima vía férrea. Por suerte, el descenso no es por la directísima, aunque también depara algunas dificultades. Tras localizar la senda, medio sepultada por la vegetación, iniciamos un descenso técnico que en algunos tramos requiere algo más que valor y buenos frenos. Apurando adrenalina aparecemos 150 metros más abajo, en un prado que desemboca en una pista.

Ahora sí se intuye el final: un descenso limpio y fluido a través del bosque de Arties, las ruinas de los antiguos baños termales, las palpitantes trialeras del margen derecho del Garona, la entrada triunfal en Vielha, la ceremonia del maillot de finisher… Ha nacido una nueva Pedals de Foc. Es el principio de una nueva leyenda.

Desde el Pla de Beret se desvía por la estación de Baqueira y baja por sendas que surcan las pistas de esquí. Luego sube al Corèt de Prüedo (2.015 m), en la zona limítrofe del parque nacional.

Respecto a la PdF normal: Suma 900 m+ extra y 26 km más.

Dificultad: El descenso por senda desde la central de Arties es de alta dificultad durante aproximadamente 1 km. El tramo del canal de agua no es apto para quien sufra de vértigo. Este sector puede evitarse tomando la pista que baja hacia el Pònt deth Ressèc (variante 8 de la guía Pedals de Foc, de Jordi Laparra).

Asfalto: Desde Tredòs se sube por carretera hasta Banhs de Tredòs. Son 7 km con 440 m+.

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