La odisea de un biker español en su primera Cape Epic: "Corrí a pie 20 km con la rueda rota, pero acabé"

La odisea de un biker español en su primera Cape Epic:

Correr por primera vez la Cape Epic es una de esas experiencias únicas como mountain biker. Es entrar en otro nivel, de dureza, de recorridos y de espectáculo. Te cuento cómo es debutar, y ser finisher de la carrera, en el llamado 'Tour de Francia del MTB'.

Por Jorge Padrones // Fotos: Nick Muzik (Cape Epic)

La Cape Epic es una carrera indómita, por la que se miden muchas otras. Uno podría pensar que son eslóganes elegidos por el departamento de marketing de la prueba sudafricana. Pero basta ir allí para darse cuenta de que más que un reclamo publicitario es una descripción certera de lo que nos vamos a encontrar en todos los ámbitos.

La edición 2022, mi primera experiencia en la prueba, resultó ser una de las más duras de los últimos años. El recorrido era especialmente largo, con tres etapas por encima de los 100 km, y dos de ellas con más de 2.500 metros de desnivel positivo. Además, se sumaron las altas temperaturas del verano sudafricano, que hicieron mucha mella en los participantes.

Organización: equipo multitudinario y servicios 24 h

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Comencemos haciendo mención a la organización. Posee un equipo que funciona con precisión. Tenemos esa impresión, desde que llegamos para recoger nuestro dorsal, de que la Cape Epic funciona casi como una pequeña ciudad. Contamos con una gran oficina de carrera, que nos ayuda con cualquier duda que tengamos.

Siempre pensando en el corredor, para que viva una experiencia única. Cuentan con un equipo de más de 3.000 personas, más del doble que participantes.

La seguridad es una de las mayores preocupaciones de la organización. Una prueba realmente bien marcada, en la que lo difícil es perderse, llena de puntos de paso y en la que además a cada pareja se les dota con un tracker con un botón de SOS que envía nuestras coordenadas al equipo de emergencia de la carrera. Un dispositivo con el que además podemos hablar con el equipo de emergencia.

El campamento Cape, una ciudad del biker en miniatura

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Antes de contaros mi experiencia como debutante en la carrera, hay que destacar también el capítulo del campamento de la Cape. Se trata de una una 'pequeña ciudad' hecha para el participante, en la que se puede encontrar de todo. Las tiendas de campaña donde dormimos, aseos por todo el campamento, zona de chill out, neveras con comida y bebida, zona de duchas, comedor, carpa de masajistas, bar y hasta un hospital de campaña.

Por otro lado, existe una zona de autocaravanas para aquellos que prefieran esa mayor comodidad y quieran pagar extra por ella. Tampoco hay que olvidar la parte de asistencias con los servicios mecánicos, que bien puedes llevar contratados o te pueden reparar alguna avería. En mi caso he de decir que este servicio fue imprescindible. Gracias a la buena voluntad y amabilidad de los amigos de ASIC Asistencias (presentes en muchas carreras) pude ser finisher al prestarme una rueda y poder llegar a meta al límite del fuera de control.

La Cape Epic, prueba de coordinación y compañerismo

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Correr una prueba por parejas es un cambio importante con respecto a las individuales en todos los aspectos. El ritmo tiene que ser el adecuado para los dos en todos los terrenos y al tratarse de un equipo, la compenetración y sobre todo el factor "ayuda" juegan un papel muy importante.

Creo que la esencia de una prueba por etapas es que entre los miembros de la pareja se puedan ayudar constantemente, cada uno en el terreno o faceta que se sienta más fuerte. Por ejemplo, uno subiendo y el otro bajando o el más fuerte en el llano. Indudablemente, a la hora de afrontar cualquier problema contar a tu lado con un compañero hace que sea más fácil todo.

En nuestro caso, y junto a Xavier Sanz, era la primera gran carrera por etapas, defendiendo los colores del BH-Kenza-Solo Bici. Así, acordamos comenzar con mucha cautela y reservando fuerzas etapa a etapa. Pero en una carrera como ésta haya factores externos, más allá del estado de forma, que cambian por completo el plan inicial.

Mi primera Cape Epic: etapa a etapa

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Como cada año, la carrera comienza con un prólogo por la tierra vinícola de Lourensford. En esta ocasión fueron 24 km con 700 metros de desnivel los que sirvieron para iniciar la prueba y quitarnos los nervios, tanto yo como mi compañero de aventuras, Xavier Sanz. Desde este momento quedó claro que aquí no se regala nada y el prólogo era más que un mero trámite. Subidas por pistas y bajadas por los senderos más divertidos de la zona llenos de peraltes, curvas y contracurvas para terminar con el paso de un puente flotante que nos hizo llegar a esa línea de meta por primera vez.

En el recorrido de este año no se guardaron ases en la manga y pusieron las cartas sobre la mesa poniendo la etapa reina el primer día: 92 km con casi 3.000 metros de desnivel positivo, sin duda un plato fuerte para comenzar. El recorrido discurrió por la misma zona de Lourensford y combinó pistas con un alto porcentaje de senderos, fáciles técnicamente, divertidas y muy preparados para ir rápido.

Donde no se pudo ir rápido fue en el puerto grande de la jornada, 4 km muy rotos con porcentajes superiores al 25%. Allí casi todos los participantes se vieron obligados a subir caminando. Todo eso, combinado con los 40 grados de temperatura hizo que resultara ser una etapa muy dura, con muchos abandonos y corredores con síntomas de deshidratación en la zona médica de meta.

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La segunda etapa no iba a ayudar mucho a la recuperación, ya que era de 123 km, la más larga de esta edición, con 2.350 metros de desnivel positivo. Una jornada interminable y una de las más duras que he vivido sobre una bicicleta. De entrada, comenzó con un paso caminando de 3 km en el que no podíamos montar en bici, por tratarse de un espacio protegido.

Seguidamente, el recorrido se adentró por un terreno más arenoso para ir cambiando hacia pistas más anchas. Todo parecía marchar bien hasta que en el km 82, a 41 km de meta, se me estropeó el núcleo de la rueda trasera, haciendo imposible pedalear. Decidimos avanzar hasta el siguiente avituallamiento, situado en el km 102, para ver si lo podían arreglar allí,

No tuve más remedio que hacer esos 20 kilómetros corriendo a pie y hacer las bajadas montado en la bici. Decidimos que Xavi tirase ya que lo más probable era que no nos diera tiempo a entrar en meta incluso con el arreglo, por lo que continué corriendo esperando un milagro en este punto de asistencia. Al llegar allí, tuve suerte. El mecánico desmontó el núcleo y lo arregló. O parecía que así era después de media hora de reparación.

Pero el arreglo duró solo un par de kilómetros y en una subida dejó de funcionar de nuevo. Además, fue más complicado no pedalear en las bajadas ya que se salía la cadena. Las superé sentado en el sillín y sin apoyarme en los pedales, que giraban sin control. Por momentos pensé que ese día acabaría mi paso por la carrera.

Pero al pasar el cartel de 10 km a meta y cuando quedaban escasos 50 minutos para el cierre de control, paré un coche de la organización, pidiéndoles ayuda, con la suerte que me dijeron que llevaban la bici de una corredora que se había retirado. Este cambio es legal según el reglamento, pero tuve que poner en ella mi dorsal y el chip para el control de meta. La bici de la chica era mucho más baja que la mía y no le funcionaba el cambio, pero logré cruzar la meta con 15 minutos de antelación sobre el corte. Casi 11 horas de etapa que no se me borrarán de la memoria.

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La tercera etapa, con 101 km y 2.250 metros de desnivel, hizo que el cansancio se me fuera acumulando más y más en las piernas. Una primera parte del trazado, rápido por pistas, con una segunda mitad por senderos pedregosos. Aquí hubo que recurrir a la técnica, con singletracks más propios de bike park.

En esta jornada sentí de manera especial lo que es la llegada de una etapa de la Cape Epic. Es, como muchas otras cosas en esta carrera, una experiencia única y que hace sentir especial al corredor. Lo primero son esos arcos y la colocación de la meta, entrado por la hierba de los estadios. Nada más cruzarla, hay una carpa con agua para hidratarnos, nos cogen la bici para llevársela a lavar y engrasar y pasamos a la carpa de la comida. No sin antes ponernos una toalla mojada en el cuello para aliviar el calor y eliminar el polvo de cara y brazos.

La comida, por su parte, suele consistir en una ensalada y un plato de pasta precocinados y algo de fruta, además de numerosos refrescos para elegir.

La etapa 4 marcaba el ecuador de la prueba. Se presentó como una etapa de recuperación. Pero 'recuperación' supone hacer 82 kilómetros y 1.650 metros de desnivel, encadenando varias subidas largas.

Además, la lluvia y el frío hicieron su aparición, para hacer muy difícil el paso por zonas rocosas, con el terreno estuvo muy resbaladizo. La Cape es un viaje lleno de trampas y hay que estar siempre atento y minimizar los riesgos, si queremos completarla con éxito. No obstante, la zona de Greyton es menos montañosa y, en general, más árida  y con menos sendero que la región de Lourensford.

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La etapa 5 fue también de traslado, al campamento de Stellenbosch, el último de esta Cape Epic y donde se celebró una prueba de la Copa del Mundo de MTB en 2018. 115 km con 2.400 metros de desnivel acumulado. Una jornada también muy rodadora en la que incluso subimos un puerto por carretera. Pero el resto de subidas, al comienzo y final del trazado, fueron rampas muy duras que pusieron a prueba las pocas fuerzas que conservaba. No obstante, disfruté en el descenso hacia la meta, con una serpenteo de senderos increíbles, marca 'Cape Epic'.

La nota negativa de la jornada fue el abandono de mi compañero Xavier Sanz debido a una gastroenteritis. Un virus que se extendió bastante en el campamento en estas jornadas decisivas. Una mala noticia, ya que impedía que nuestros tiempos contaran ya para la general. Pero, al menos, la organización permite que el corredor que queda pueda acabar la prueba como finisher.

La sexta etapa era temida por muchos. Tenía 76 km y 2.700 metros de ascenso. Una jornada con mucha trampa, casi tan dura como la etapa reina, pero con las fuerzas ya muy mermadas. La zona de Stellenbosch es considerada la cuna del Mountain bike en Sudáfrica, debido a su inmensa red de senderos, así como a la orografía. Hasta el punto de que esta etapa era la que acumulaba más sendero por kilómetro en la historia de la carrera. No era mal escenario para afrontar en solitario, por primera vez, un parcial de la carrera.

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Logró terminar sin mayores problemas esta penúltima jornada, con un recorrido duro pero espectacular. Sólo me quedaba la séptima y última etapa, en la célebre meta de Val de Vie, cerca de una urbanización de lujo situada a 60 km de Ciudad del Cabo. 72 km y 2.000 metros de desnivel positivo que se hicieron muy duros por el viento y el calor. Una dura ascensión final fue el último escollo del trazado, antes se afrontar la bajada y el llano que nos llevase a la ansiada meta final.

Llegar al resort de Val de Vie y ver a lo lejos los arcos y banderolas, entrar en la hierba, giro a la derecha y encontrarse el arco de meta, es una sensación indescriptible, que recomiendo sentir al menos una vez a todo aquel que compita y ame de verdad el MTB. Ver que estás ahí, en la recta final se la Cape Epic, después de 8 duros días, con mejores y peores momentos y algún fantasma de abandono, supone descargar mucha emoción acumulada durante toda una semana de carrera.

La enriquecedora mezcla entre bikers profesionales y aficionados en las pruebas por etapas de MTB tiene su mejor ejemplo en la carrera sudafricana. En el podio las medallas de finisher las repartió Nino Schurter, ganador de la Cape en 2019 y que este año ha finalizado 9º junto al campeón de Europa de XC, Lars Forster. Es todo un privilegio que una leyenda como Schurter te ponga esa medalla. Un broche único a 8 días de aventura en la prueba por etapas de MTB más dura, prestigiosa y deseada del mundo.

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