No me gustan las crónicas periodísticas en primera persona. Colocan al narrador como protagonista de los hechos. Me parecen un error. Sin embargo, voy a actuar contra mi propio criterio para explicaros los intríngulis de la neutralización de la segunda etapa de la Vuelta a Castilla y León. Creo que es la mejor forma de transmitir las muchas situaciones extraordinarias que se vivieron. Buen provecho.
En la línea de salida de Guarda, al habitual e imprescindible Juan Mari Guajardo le acompañaba en las labores de ‘speaker’ Armando, un luso que con voz profunda y característica repetía cada vez que cogía el micrófono que Guarda era la ciudad más alta de la Portugal continental y Torre la cima más alta de la Portugal continental. Parecía justificar que, pese al tenue sol, hiciera un frío tremendo que provocara leves tiritonas en los ciclistas más ligeros.
Yo escuchaba a Armando decir “Torre” y pensaba: “Torre”. ¿Por qué Torre? Pues porque es uno de los puertos más míticos de la Volta a Portugal, la gran ronda hípster que se disputa entre Tour de Francia y Vuelta a España. Y yo, que según mi chica soy un hípster, estaba deseando aprovechar esta oportunidad para escalarlo. Aunque no se subiera desde abajo, merecería la pena conducir 100 kilómetros a 30 por hora con tal de recorrer el paraje donde he visto pelear mil veces a David Blanco, Gustavo César Veloso, Rui Sousa… E incluso a O Cándido Barbosa.
El cielo estaba cubierto. Llegó el coloso y con él la niebla, lo cual me sorprendió: había mirado el tiempo la noche antes y apenas daban nubes. Conforme íbamos ascendiendo se cerró más y apareció la lluvia; Radio Vuelta empezó a reclamar a los coches de equipo que se acercaran al pelotón para abrigar a los ciclistas, y yo no podía sino pensar en los fugados, Gari Bravo (Murias Taldea) y Diego Rubio (Efapel): ¡menudo mal rato! ¡Tan valientes y tan desafortunados, que les ha tocado bailar con la más fea!
Lo que vi en esos momentos, agachado en posición de sentadilla para que el coche me protegiera de la ventisca, es inolvidable. Los corredores se abrían paso entre la nieve con rostros que variaban de la determinación a la amargura. Algunos amigos me saludaban con una incomprensible sonrisa y otros me miraban con impotente desesperación. Yo sólo aplaudía, y bastante mal porque tenía las manos dormidas. La madre de un corredor, que era el otro ser vivo ajeno a la competición que había en la cima de la montaña, vino nerviosa a quejarse y pedirme que tuiteara algo sobre las condiciones de la neutralización. Estaba descompuesta, tan perpleja como yo, y encima tenía a su hijo en el guirigay, peleando como muchos otros por hallar hueco en el coche de su equipo y bajar medio calentito del infierno helado de Torre.
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En esas apareció el mecánico de un equipo portugués y, desesperado, me preguntó si llevaba sitio en el coche para bajarle a él y a una bicicleta. Monté a ambos y, en el camino vinimos exclamando al unísono lo tremendo que había sido todo y lo asombroso que resultaba que, cuanto más bajábamos, más fuerte brillara el sol. En un momento de silencio, me confió: “Tal ciclista ha llegado al alto llorando”. ¿Cómo? ¿Ése? ¡Pero si ése es un tío duro! “Sí, lo es, yo nunca lo había visto así. Pero no podía más y se ha venido abajo al final de la subida”. Cuando llegamos a Manteigas, el pueblecito en el cual se reanudaba la carrera, nos despedimos dándonos un abrazo. Las circunstancias extremas extreman a las personas, y a sus reacciones.
Acto seguido me acerqué a Movistar. Ahí estaban Jonathan Castroviejo e Igor Antón, dos que acompañaron a Nairo Quintana en esa histórica jornada; les pillé juntos y les pregunté su opinión. “Bueno, más o menos igual”, fue la primera reacción de Antón. “¿Cómo igual?”, saltó de inmediato Castroviejo; “¡Hoy hemos recorrido seis kilómetros sobre nieve cuajada!”. Repuso el de Galdácano: “Ya, ya, tienes razón… Hombre, aquel día en Italia sabían lo que venía y fueron previsores de dejar todo regado de sal. Pero vamos: que fueron dos puertos helados que subir y bajar, Gavia y Stelvio, así que…”
En esas pasó frente a nosotros William Guzmán, un dominicano del MMR-Inteja de Diego Milán, que se agarraba la muñeca y era sostenido por una señora que acompaña a su equipo en estas carreras. Uf, ¿qué pasó? ¿Se cayó? “No, no: sólo está congelado”. Después me explicó. “Es la primera vez que veo nieve en mi vida. Allá en la República Dominicana tenemos clima tropical y no bajamos de 20º en todo el año”. Sólo era su quinto día de competición en Europa.
Después pasé por el campamento de la Selección Española, en el que mi paisano Cristian Rodríguez me enseñó las seis prendas de abrigo que llevaba y de paso vi a Illart Zuazubiskar tratando de pedalear con los labios morados y cara ceniza. Luego, por Burgos BH: allí estaba David Belda, y no pude resistirme a preguntarme cómo carajo se le había ocurrido atacar con ese frío y esa nieve. “Es que en el pelotón estaban muy nerviosos, ¿sabes? Prefería ir solo y más tranquilo. En circunstancias así es mejor ir solo, ¿verdad, Darío?” Y su compañero Darío Hernández, que está haciendo estiramientos y temblando, le mira de hito en hito sin responder para alborozo socarrón del veterano.
Algo más de hora y media después de la neutralización, todo estaba listo para la reanudación. A los ciclistas ya se les había olvidado el drama y todo volvía a ser ambiente sano, vacile, risas. Los Caja Rural bromeaban sobre cómo uno le había birlado los guantes de invierno a otro. Un italiano del MG Kvis apareció sólo con chaleco, sin ni siquiera un maillot para cubrirse, suscitando la carcajada general. A los quince minutos de lanzarse la carrera, me adelantó un coche del De Rijke con tres corredores del equipo enganchados, probablemente aquellos cuyas bicicletas se habían quedado en lo alto de Torre. Así terminó esa parte de un día intenso e inolvidable que me contó una vez más lo grande que es el ciclismo y lo héroes que pueden llegar a ser los ciclistas.
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La etapa concluyó con un esprín reducido en Fuentes de Oñoro en el cual se impuso Sergey Shilov (Lokosphinx) y quedó segundo Carlos Barbero (Caja Rural), que se puso líder de la carrera. Hoy se disputa la última etapa de la Vuelta a Castilla y León entre Zamora y el parque eólico de Lubián, una empinadísima subida que se encarará tras franquear el Alto del Padornelo. Hay 17 corredores a menos de 10” del liderato, siendo los mejores escaladores de entre estos Pello Bilbao (Caja Rural), Miguel Ángel Rubiano (Colombia), Pierre Rolland, Romain Sicard (Europcar), Delio Fernández (W52-Quinta de Lixa), Paco Mancebo, Edgar Pinto (SkyDive Dubai) y un contingente de Movistar Team formado por Javi Moreno, Beñat Intxausti e Igor Antón. Podréis seguir la competición en el hashtag de Twitter #VueltaCyL2015 a partir de las 10.00
No has dicho quién lloró majo, para éso me he metido aquí.
venga.. Ahora que nadie nos oye…