¿Qué fue de las Fat bikes? Historia de su auge y caída

¿Qué fue de las Fat bikes? Historia de su auge y caída

Hace aproximadamente cinco años, un nuevo y espectacular tipo de bicicletas comenzó a extenderse en los catálogos de las principales marcas con una característica común: sus enormes neumáticos. Un lustro después su presencia es prácticamente testimonial. ¿Qué ha pasado con las Fat bikes? ¿Por qué ya no ‘se llevan’? Analizamos las causas de su auge y caída.

Aunque no está muy claro cuál es el origen de las Fat bikes, la teoría más extendida es la que acepta que se generaron en los años 70 de forma casi coetánea en dos localizaciones opuestas de Estados Unidos, el desierto de Arizona en el sur, y las grandes montañas nevadas de Alaska, revelando así cuál sería el radio de acción predilecto de este tipo de bicicletas.

No obstante existen documentos que acreditan que el concepto de bicicleta equipada con neumáticos muy anchos ya se practicó a finales del siglo XIX en entornos obreros de condiciones extremas. Sea como fuere, no fue hasta bien entrado el siglo XXI cuando el desarrollo de las Fat bikes explosionó y se convirtió en un fenómeno mundial.

Hasta entonces, este concepto de bicicletas había permanecido como un nicho muy residual asociado a ciclo aventuras extremas de grandes distancias que debían atajar entornos nevados o bien desérticos. Marcas menores y casi artesanales eran las encargadas de producir  las llamativas Fat bikes, que necesitaban garantizar una enorme resistencia para soportar las duras condiciones a las que serían sometidas.

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Comienza la expansión

Bien por su llamativo atractivo visual o por su paulatina presencia en algunas competiciones de Mountain Bike por etapas, las Fat bikes comenzaron a hacer ruido y a convertirse en el centro de atención de muchas marcas en los expositores de las grandes ferias del ciclismo.

En un principio se trataba de propuestas sencillas. Cuadros de aluminio, componentes funcionales y, sobre todo, ruedas gordas. Entre 2015 y 2017, los neumáticos más anchos en las disciplinas de Enduro y All Mountain rara vez superaban las 2.35 pulgadas de grosor. Las Fat bikes se extendieron con balones de entre 4 y 5 pulgadas. Su efecto llamada era imparable.

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Lo que comenzó siendo simplemente un modelo llamativo dentro de un amplio catálogo, pronto dio paso a propuestas mucho más elaboradas entre las principales marcas del sector, con cuadros de carbono, suspensión delantera e incluso desarrollos de doble suspensión.

El auge de carreras de resistencia en duras condiciones, especialmente la Titan Desert (arena) y la Andalucía Bike Race (barro), propagó aún más la presencia de las Fat bikes. En la carrera de MTB por etapas en el desierto del Sáhara, incluso tienen su propia clasificación.

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¿Cuáles son sus virtudes?

La principal cualidad sobre la que debemos reparar analizando una Fat bike es su capacidad de tracción. Una consecuencia lógica derivada de su amplio balón y de sus cubiertas con tacos pronunciados. No hay terreno sobre el que no ofrezcan un agarre inigualable y además, dada la resistencia de sus carcasas, podemos rodar a presiones muy bajas (por debajo de 1 bar) garantizando el grip incluso en bancos de arena o superficie helada.

El gran balón de las cubiertas no solo proporciona buen agarre, además aporta seguridad al ciclista debido a la enorme capacidad de absorción de obstáculos procedente de las ruedas. Las Fat bikes se tragan casi cualquier piedra, raíz o escalón a nuestro paso y transmiten mucha seguridad sobre terreno técnico.

Lo que nos lleva a la virtud, quizá, más importante de las Fat bikes. Son bicicletas muy divertidas. La experiencia es diferente a la vivida sobre una MTB convencional y la primera impresión es la de poder con todo. Además nunca pasan desapercibidas, lo que hace de cada ruta o competición una jornada de todo menos rutinaria.

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¿Por qué no cuajaron?

En este artículo sobre diez características propias de las Fat bikes se alude a los dos principales motivos que propiciaron su paulatina extinción. En primer lugar hay que tener en cuenta el contexto. El Mountain Bike ha evolucionado hacia modelos cada vez más completos, más versátiles, capaces de rendir en múltiples escenarios hasta el punto de difuminar la barrera que delimita cada modalidad.

Las Fat bikes son bicicletas muy eficaces en un contexto determinado. Sobre arena del desierto o ante grandes nevadas no tienen rival, pero fuera de estos espacios se ven mermadas frente a una bicicleta de montaña tradicional, independientemente de la modalidad. Las ‘fat’ son pesadas y el balón de los neumáticos provoca un lastre rodando muy perjudicial en comparación con propuestas más conservadoras.

Además si pretendemos hacer un uso exigente, su  manejo deja de ser tan intuitivo. La aceleración es lenta, las salidas de las curvas son algo más torpes y el balón de los neumáticos no puede sustituir el comportamiento de una horquilla o un amortiguador. La absorción de las cubiertas es más impredecible y agresiva, mientras que la suspensión de una bicicleta es regulable, progresiva y más dulce.

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¿Cuál es el presente de las Fat bikes?

En la actualidad las Fat bikes no han desaparecido del todo, aunque su presencia es infinitamente menor a la de aquellos años del ‘boom’. Grandes marcas como Canyon o Trek siguen apostando por este concepto en sus catálogos con propuestas muy tecnológicas, donde no falta la fibra de carbono o componentes actuales como tijas telescópicas.

Fabricantes de menor calado y asociados a modelos de aventura y exploración, como Surly, tampoco han abandonado la producción de Fat bikes, puesto que el cicloturismo en terreno extremo sigue siendo una actividad demandada. Además, hay bikers que compiten con Fat bikes en competiciones concretas o simplemente se han convertido en enamorados de este concepto y desean renovar constantemente su bicicleta.

¿Y su legado?

Pero más allá del (poco) mercado actual de las Fat bikes, nadie puede poner en duda el legado que ha dejado su popularidad durante los últimos años. La eclosión de las Fat bikes originó también la aparición de una medida, las ruedas Plus, que venían a ofrecer un término medio entre ambos mundos.

Con un grosor de entre 2.8 y 3 pulgadas, los neumáticos Plus se adaptaron en su mayor parte a ruedas de 27,5 pulgadas, aunque también hubo modelos Plus en bicicletas 29er. Con el tiempo el concepto Plus también ha ido perdiendo pujanza, pero abrió una nueva carrera por desarrollar llantas más anchas que permitieran ‘calzar’ cubiertas gruesas en todas las modalidades, no solo en las bicicletas más radicales.

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Actualmente, las bicicletas eléctricas son la mejor representación de toda la herencia recogida por el auge de las Fat bikes primero y las ruedas Plus después. Cubiertas de 2.6 (e incluso de 2.8 pulgadas) se han convertido en un estándar en las e-bikes de medio y largo recorrido, así como en las biciceletas no motorizadas de disciplinas agresivas.

Incluso el XC de alta competición se ha sumado a esta tendencia, con llantas que superan los 30 mm de ancho con cubiertas rodadoras que pueden alcanzar 2.4 pulgadas.

No sabemos hacia dónde se dirigirá el desarrollo de estas ruedas de nueva generación, si la tendencia de aumentar el volumen de los neumáticos seguirá en aumento o incluso si resurgirán las Fat bikes en el futuro. Lo que sí tenemos claro es que su momento pasó, pero no ha sido un tiempo perdido ni olvidado. Una pequeña porción de la experiencia que vivimos actualmente con nuestras Mountain Bikes se lo debemos a aquel ‘boom’ que protagonizaron unas bicicletas tan llamativas como divertidas.

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