Es una vieja conocida de todos los que montamos en bici. Temida y silenciosa, aparece sin avisar y nos deja fuera de combate, sin golpe de pedal. Aunque podría parecer malvada, incluso despiadada, en realidad nos está protegiendo de un mal mayor. En efecto, hablamos de lo que fisiológicamente se denomina como hipoglucemia y coloquialmente conocida por “la pájara”. Cuando llega es que nuestras reservas energéticas ya están vacías.
La sensación es extraña; de manera inesperada, sufrimos una disminución brusca de nuestra energía. Sentimos que nos pesan las piernas, nos cuesta sacar la fuerza y motivación suficientes para mantener el ritmo e incluso se nos nubla la vista. El Tío del Mazo (ser mitológico del mundo ciclista) golpea normalmente en pruebas largas, con numerosos puertos de montaña o zonas de gran exigencia que, acompañadas de meteorología adversa (tanto calor como frío) y una elevada altitud, ponen el cuerpo al límite del esfuerzo. Pero ¿por qué ocurre?
Las causas
Cuando llegamos a una situación de hipoglucemia, los motivos pueden ser diversos. Veamos cuáles son para poder identificarlos y tratar de evitarlos:
1. NIVEL Y EXPERIENCIA DEL DEPORTISTA.
Nuestro cuerpo gasta a un ritmo determinado las reservas energéticas (hidratos y grasas, principalmente). Este nivel de desgaste lo determina la velocidad o intensidad a la que hagamos la prueba o entrenamiento y que será particular para cada ciclista dependiendo de su nivel y experiencia principalmente. Los ciclistas con mayor nivel de condición física son más eficientes en su gasto, además de poseer unos depósitos de energía (glucógeno) mayores y capaces por tanto de retrasar la aparición de la pájara. Los que tengan peor nivel físico, generalmente, llegan antes al agotamiento y deberán, por tanto, tener más precauciones para evitarlo.
2. LOS DEPÓSITOS DE GLUCÓGENO.
La reserva de glucógeno (niveles de hidratos almacenados en el hígado y la musculatura) vendrá determinada como acabamos de apuntar por los años que llevemos practicando ciclismo, el tipo de
entrenamiento realizado pero también la estrategia nutricional que hayamos seguido en los días previos a la prueba. Por tanto, si afrontamos el esfuerzo con una mayor reserva acumulada, retrasaremos la aparición de una pájara rodando a una misma intensidad.
3. ALIMENTACIÓN EN COMPETICIÓN.
La alimentación durante la prueba es uno de los aspectos más importantes. Por cada hora de ejercicio, debemos ingerir suficientes hidratos de carbono como para retrasar el consumo de las reservas de glucógeno; esto evitará que nuestro cuerpo quede debilitado por unos niveles demasiado bajos de glucosa en sangre y que dan lugar a la ya comentada hipoglucemia o pájara..
4. LA HIDRATACIÓN.
No olvidar la hidratación para mantener la temperatura corporal dentro de los límites óptimos para nuestro organismo. Esto hará que el consumo de glucógeno no se vea acelerado, pues ante temperaturas corporales elevadas, el consumo de glucógeno se incrementa.
Compensar bebiendo los efectos de la sudoración asegura que nuestro cuerpo pueda mantener también todas sus funciones vitales a niveles adecuados. Intentaremos por tanto anticipar la sensación de sed para así mantener una correcta hidratación durante la prueba y contribuir así a que la pájara no nos afecte o, al menos, retrasar su aparición.