El penúltimo fin de semana del Giro d’Italia se presumía definitorio. La despiadada crono de Valdobbiadene estaba destinada a mostrar claramente las fuerzas y flaquezas de los favoritos, mientras la jornada posterior en Madonna di Campiglio previo paso por el durísimo Daone refrendaría el impacto de los ochenta minutos de esfuerzo individual en la moral y la táctica del pelotón.
Las dudas que planteábamos en la víspera de la contrarreloj quedaron resueltas. A Alberto Contador realmente no le pasaba nada, como siempre, y continuó manejando con firmeza el patronazgo de la carrera y ajustició a sus rivales con varios minutos de diferencia; Fabio Aru lidió con razonable éxito un terreno que no es el suyo; Astana mantuvo su fortaleza colectiva; Rigoberto Urán estuvo lejos de su mejor nivel; y Richie Porte dimitió, forzado por una rodilla dolorida, el último clavo en el ataúd de una ‘corsa rosa’ aciaga para el vueltómano australiano. Todo esto fue refrendado al día siguiente, con algún matiz interesante.

El domingo, Astana tomó la cabeza del pelotón desde el pie del Passo Daone. El tren celeste funcionó a toda máquina: Zeits, Luis León, Malacarne para el inicio; Rosa y Tiralongo hasta coronar el puerto de especial; el experto italiano y Kangert para la subida definitiva a Madonna di Campiglio; Landa y Aru para asestar ataques a Contador y llevarse la victoria de etapa, que correspondió al vasco. Sólo falló Dario Cataldo, que se sentaba cuarto en la general el viernes, decepcionó las expectativas en la crono y se hundió definitivamente ayer, pagando quizá los esfuerzos de la primera semana.
El despliegue de fuerza de Astana tuvo por consecuencia un pelotón seleccionado cuyo volumen fue diezmado hasta la decena de ciclistas en la complicada bajada de Daone por una serie de caídas cuyos efectos fueron magnificados por un descenso lento de Beñat Intxausti (Movistar). Según el relato de Sylwester Szmyd (CCC), el zornotzarra hizo tapón para cortar a Jurgen Van den Broeck (Lotto Soudal), Ryder Hesjedal (Cannondale) y otros hombres peligrosos para la posición de podio de su coequipier Andrey Amador.

Entre los diez corredores que llegaron en cabeza al inicio de la ascensión final, cuatro Astana y sólo un Tinkoff-Saxo, el líder Alberto Contador. Podía ser la ocasión ideal para poner en aprietos al madrileño, pero la escuadra kazaja declinó y prefirió llevarlo en butaca hasta el final. Tal vez porque Contador no es ya su rival. “Firmaría una segunda posición en Milán”, aseveró su director, Giuseppe Martinelli, razonando que “para Fabio sería positivo mejorar una posición respecto a la actuación del año pasado”. Con esto en mente, endurecer la carrera para madurar a los rivales y distanciarles en los últimos compases es una táctica adecuada, aunque suponga relativa comodidad para el ‘maglia rosa’.

“Vamos a intentar ganar el Giro utilizando nuestra superioridad numérica”, dijo en rueda de prensa Mikel Landa. El vitoriano es la gran revelación de esta ‘corsa rosa’. Sus actuaciones en las competiciones previas presagiaban una buena prestación, pero él ha ido más allá hasta lo sencillamente extraordinario, cercano a Contador y un punto superior a Aru en la montaña. En los mentideros se ha llegado a especular con un ‘sorpasso’ y cesión del liderazgo del sardo; no obstante, ambos interesados lo han descartado. “Si Fabio peta estoy preparado para tomar su papel, pero por lo pronto él es italiano y estamos en Italia, así que es lógico que sigamos con esta táctica”.

El ‘sorpasso’ sí ha tenido lugar en Sky. Richie Porte ha abandonado este mediodía el país con forma de bota, cerrando una participación desafortunada por mil motivos que prolonga una tendencia preocupante: pese a su estatus, el ‘aussie’ sólo ha terminado entre los diez primeros una de las ocho grandes vueltas en las cuales ha participado. Tres de tres posibles tiene quien ha tomado su testigo como patrón de la súper escuadra británica, el checo Leopold König. Ahora mismo es 5º en la general y, dadas sus cualidades de fondista, no sería extraño verle avanzar algún puesto de aquí a Milán.
Peor pintan las cosas para quien partía como cuarto en discordia en San Remo. Rigoberto Urán cedió en Madonna di Campiglio ocho minutos, “no podía respirar bien”, y ha anunciado que se centrará en pelear por victorias de etapa de aquí en adelante. Dice estar “triste”. Una enfermedad le arrastró en la primera semana y la caída de Imola le ha molido. En su horizonte se dibujan dos factores de estrés: la negociación de su nuevo contrato con Etixx (el actual expira este invierno) y reconstruir su estado de forma de cara al Tour de Francia, en el cual tenía planeado participar.

Restan cinco etapas hasta el fin de fiesta en Milán: tres finales en alto previo paso por coloso, un puertazo con bajada vertiginosa hasta la meta y un día cómodo. Alberto Contador parece tener sentenciada la carrera. Dos alicientes para el madrileño. Por un lado, buscar alguna victoria parcial que engrandezca su victoria absoluta, lo cual él asevera dejar en segundo plano. Por otro, ahorrar esfuerzos pensando en julio; de no mediar audaces jugadas de Astana o Sky que le obliguen a gastar una energía preciosa de cara al próximo duelo con Nibali o Froome, parece factible.