Se agotan los calificativos con él. Se agotan los argumentos para criticarle, para señalar que podría haber hecho tal o cuál cosa para ser mejor; quizá porque ya es el ciclista total y cada gran carrera que pasa es sólo un capítulo más de su leyenda. Es el más admirado entre los corredores, que le rinden una pleitesía casi unánime, le llaman “superclase” y se deshacen en elogios. Porque gana en cuesta arriba y en cuesta abajo, al esprín y desde lejos, en febrero y en octubre. Porque es competitivo en cada aparición, y “eso sólo lo puede hacer el ‘Bala’”; aspira a la victoria en todas las carreras y, cuando el triunfo absoluto se aleja, revoluciona la prueba en las luchas parciales como el año pasado en Cumbres Verdes o esta temporada en Catalunya. El aire de genio irrepetible incrementa cuando se conocen sus entrenamientos, salidas recreativas en los que arrancadas en los repechos para “reventar” a los globeros que se sueldan a su rueda hacen las veces de series de potencia. No hay, no ha habido y no habrá otro como Alejandro Valverde, con una mentalidad tan particular y unas cuerpo tan superdotado para la bicicleta.
Ayer, el murciano se anotó su tercera Lieja-Bastoña-Lieja. Fue una edición particularmente dura gracias al altísimo ritmo impuesto por Astana y con un rival de altura llamado Katusha, que tuvo muchísimas piezas en el tablero y supo moverlas en los instantes decisivos. Giampaolo Caruso se pegó a la rueda de Roman Kreuziger (Tinkoff-Saxo) en su valiente demarraje en la Roche aux Faucons, posteriormente secundado por Jakob Fuglsang (Astana); después, el mismo italiano fue útil para secar a Romain Bardet (Ag2r) tras Saint Nicolas. Comandó al grupo hasta Ans y, al pie de la cota, se abrió…

En ese punto, todos miraban a Valverde. “Era el corredor más controlado de la carrera con diferencia”, aseveró en la entrevista triunfal en El Larguero. Él había instigado y controlado las hostilidades en Saint Nicolas, dejando claro que era el más fuerte por si quedaba alguna duda tras la exhibición de Flecha Valona. A él había que derrotar. Katusha lanzó entonces a Dani Moreno, que abrió hueco y empezó a marcharse lentamente mientras su líder Purito Rodríguez (tercero final) y una decena de contendientes afilaban el cuchillo a la rueda de Valverde con intención de apuñalarle en cuanto les llevara a la rueda del madrileño. No obstante, el navajazo frontal del murciano fue demasiado para todos los demás. En la última curva todos estaban juntos, pero la lucha se reducía por figurar a la vera del ciclista de Movistar Team en el podio. Su victoria era inevitable.

“Posiblemente esté en mi mejor momento. Me estoy encontrando genial y muy motivado. Todo está saliendo bien y eso me aporta tranquilidad”. Circunstancias similares en el pasado en las cuales las dudas le costaron triunfos dan fe de esto. Esta versión madura de Valverde supera a las anteriores por eso, porque ya ha ganado todo lo que puede alcanzar, ya se ha desengañado de los objetivos quiméricos, ya puede pensar en disfrutar de la vida, del ciclismo, de una carrera deportiva tan longeva como intensamente brillante. Hace nueve años que consiguió su primera Lieja; la de ayer fue la tercera. En el histórico de La Decana sólo le superan en número de victorias Eddy Merckx (5) y Moreno Argentin (4). Pese a lo achacado por los tópicas, quizá la leyenda de Valverde termine escrita en los Monumentos, y no en el desprecio a estos en detrimento de las grandes vueltas.

Astana desde lejos
Fue la clave de la carrera. Los celestes eran el equipo de mayor nivel medio, con Vincenzo Nibali en punta y siete corredores para impactar cuando quisieran. En apariencia, sus ofensivas lejanas sólo sirvieron para separar el grano de la paja un poco antes de que lo hiciera el ritmo inherente a una competición como esta en la que situarse antes de las subidas y durante las mismas es clave. Atacaban Grivko, Scarponi y Kangert, pero la única selección de favoritos previa a la Roche aux Faucons fue generada por una caída que eliminó a los dos últimos ganadores de la carrera, Simon Gerrans y Dan Martin, que de cualquiera manera no llegaban en su mejor momento a la salida de Lieja. El peaje del trabajo de Astana fue cobrado en Saint Nicolas: atacó Nibali y sólo una docena de ciclistas sobrevivieron. Un grupo privilegiado en el cual el propio ‘Squalo’ hizo la goma, por cierto.

Nuevo Bettini
Entre quienes vigila a los jóvenes talentos, la gran sensación de las Ardenas es indiscutible: Julian Alaphilippe. Se trata de un francés de 22 años, campeón nacional de ciclocross en categorías interiores. Llegó a Etixx-Quick Step tras una temporada cortándose los dientes en su filial Continental, en cuyas filas consiguió puestos de honor de mucha enjundia y variedad de escenarios. La pasada temporada, su debut profesional, rondó la victoria en varias etapas de la Volta a Catalunya y la alcanzó en Tour de l’Ain; esta semana ha sido 7º en Amstel, 2º en Flecha y 2º en Lieja. Por sus dimensiones (1,73m de altura, apenas 62 kilos de peso) y sus condiciones, en el seno del equipo belga le comparan con Paolo Bettini. Se rumorea que el mánager Patrick Lefevere confía tanto en él que no tiene prisa por renovar al campeón del mundo Michal Kwiatkowski.

La presentación de Meintjes
Hablando de ciclistas prometedores, la otra gran noticia de Lieja-Bastoña-Lieja fue el sudafricano Louis Meintjes. Está siendo una temporada complicada para MTN-Qhubeka: este invierno afrontaron una profunda reestructuración de su efectivo, dando protagonismo y galones a un bloque de extranjeros cuyos mejores días eran agua pasada y que, con la honrosa excepción de Steve Cummings, no han respondido a ninguna expectativa optimista. Por fortuna, jóvenes africanos como Meintjes han seguido produciendo; en su caso, anotando resultados muy consistentes con victorias en el campeonato nacional y la Settimana Coppi e Bartali. Ayer estuvo con los mejores en su segunda participación en Lieja; a sus 23 años, cometió incluso la osadía de responder al ataque definitivo de Dani Moreno, que terminó sacándole de punto. Tiene madera de estrella.