VIAJE EN EL TIEMPO A ETIOPÍA CON MOUNTAIN BIKE

Hemos estado siete horas pedaleando y nos arrastramos durante los últimos metros hacia el campamento, un pequeño círculo polvoriento en las afueras de Ambiko...

VIAJE EN EL TIEMPO A ETIOPÍA CON MOUNTAIN BIKE

Hemos estado siete horas pedaleando y nos arrastramos durante los últimos metros hacia nuestro campamento, un pequeño círculo polvoriento en las afueras de la aldea de Ambiko. Ha sido un duro día de descensos rocosos y de largas pateadas con la bici , y mientras me seco el sudor de la frente con mi guante apestoso, lo único que deseo es una cerveza fría para acabar de procesar todas las memorias que hemos vivido hoy.

Y, justo mientras pienso esto, un hombre sale de detrás de una valla del pueblo con unas cervezas en la mano para los cansados turistas, y rápidamente damos buena cuenta de ellas, mientras nos aseguramos de que haya muchas más esta noche a la hora de nuestra cena, a las 18.30. Tenemos que dejar claro con los guías y lugareños a qué hora va a ser a la cena, ya que la Etiopía rural tiene su propio sistema de contar el tiempo, donde la una del reloj es la primera hora de luz del día, y las 12 la última hora de luz, independientemente de lo que piense el resto del mundo.

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Estamos en el segundo día en nuestra ruta a través de las montañas Simien de Etiopía, y a pesar de su nuevo sistema de reloj, nosotros seguimos con nuestras estadísticas occidentales: hoy han tocado 25 km con 1.344 m de Ascensión y 500 m de descenso, y hemos ascendido a un paso de 4.200 m que acababa en una aldea a 3.100 m. Estas estadísticas son aún importantes en el segundo día, aunque cuando hayamos acabado nuestra travesía de ocho días a través de esta cadena de montañas tan salvaje, esos números seguramente serán irrelevantes. A finales de semana habremos abrazado el nuevo sistema horario de Etiopía y abandonado la obsesión por los números a cambio de nuevas emociones y sensaciones.

Pensando en Etiopía nos viene a la cabeza una remota idea de su ubicación geográfica e imágenes de pequeñas aldeas con niños que pasan hambre. Y todos somos culpables de haber aceptado esta imagen que nos ofrece la televisión, pero la realidad es que la Etiopía actual está viviendo un momento económico dulce con una economía ascendente y una nueva conexión con el resto del mundo a través de su compañía aérea Ethiopian Airways. Los cambios son más evidentes en su capital Addis Abbeba, donde me doy cuenta de que se mezcla lo nuevo con lo viejo de forma acelerada, mientras en un restaurante comemos pan de injera fermentado y bebemos cerveza artesana. A nuestro alrededor se erigen nuevos edificios de oficinas que se levantan entre tradicionales andamios de eucalipto y que se funden entre antiguas iglesias ortodoxo-cristianas.

El cambio está sucediendo también en la Etiopía rural y remota, donde la diversidad ecológica de sus parques nacionales es vital para el desarrollo del turismo. Nosotros acudimos en busca del Parque Nacional de Simien, un monumento de la Unesco y nuestra oportunidad para montar nuestras bicis entre antiguos senderos de mulas que conectan pueblos y que datan del siglo VI colgados de forma imposible entre profundos acantilados. Aquí, en un país que es el origen del homo sapiens y con una vida rural que no ha cambiado en siglos, nuestros escasos días de visita serán insignificantes en su historia, pero seguramente nos ofrecerá una visión nueva en nuestras mentes occidentales.

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Nuestro punto de partida se encuentra a 3.667 m de altura, en el campamento de Aynameda, 20 km dentro de la frontera del parque nacional, y donde llegamos después de una hora de vuelo en avioneta a Gondar, seguido de cinco horas de tortura en un pequeño autobús. Junto con los pro-riders Sarah Leishamn y Kamil Tatarkovic, el filmer Devin Schmitt, el periodista Aaron Gulley y Giro Dain Zaffke, de Giro, saco mi bicicleta de su maleta y planto mi tienda de campaña en un ancho llano rodeado de hierba dorada, mientras una docena de aldeanos nos observa curiosamente. Y es que en los siguientes ocho días raramente nos encontraremos solos. Nuestro guía Tom Bodkin nos enseña a apreciar la falta de privacidad como algo positivo en este entorno, en caso de que haya problemas o que necesitemos una cerveza fría. Tom siempre sabe sacar lo mejor de cada situación calmando nuestras ansias y guiando al grupo como ya lo hizo hace dos años en nuestro viaje a Afganistán. De hecho este viaje también fue idea suya, con el objetivo final, como bonus, de ascender los 4.533 m de la cima del Ras Dejen , el pico mas alto del país, con nuestras bicicletas.

Tras ponernos nuestras chaquetas de plumas y reunirnos en la tienda comedor, escucho la entusiasta explicación de Tom sobre la aventura que tenemos delante y no me cabe la menor duda de que, independientemente de que hagamos cima o no, nuestro viaje a Etiopía va a ser una auténtica expedición, en el más estricto sentido de la palabra.

Nuestra ruta de ocho días comienza a la mañana siguiente con un ascenso de 400 m por un camino que parece haber sido diseñado en el mapa por una araña con síndrome de déficit de atención. Pedaleamos a través de una montaña abierta hasta los 4.000 m de altura y el aire fino me obliga a desmontar de la bici. La recompensa a nuestros esfuerzos es una increíble vista del valle con un descenso de 1.500 m en vertical frente a nosotros, y nos parece tener el mundo a nuestros pies. Los niños de la aldea juegan con una pelota que está atada a un palo para no volver a perderla entre los inmensos acantilados, y negros cuervos revolotean sobre nuestras cabezas aprovechando las térmicas, mientras nosotros descendemos entre árboles de Lobelia y manadas de monos bien en dirección a nuestro nuevo campamento.

Atravesar las montañas de Simien es una sobredosis para nuestros sentidos, los senderos demandan toda nuestra atención, pero el paisaje, la fauna y la gente de los pueblos también compiten por nuestra atención. El paisaje fluctúa entre torres volcánicas y barrancos imposibles y parece transitar por escenas que pertenecen a un tiempo remoto miles de años atrás. Los campesinos labran los campos con bueyes y los niños nos persiguen para vendernos agua en cada poblado. Cada noche acampamos en diferentes pueblos, patios de colegio, o colgados en remotos acantilados donde nuestro cocinero Tadle, alias Ramsey, nos ceba con una mezcla de cocina local y occidental, todo ello regado con su clásico vino de miel que nuestro guía local Getch nos ha conseguido rápidamente.

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Nuestras distancias diarias son relativamente cortas, de unos 20 km, pero el terreno rocoso y la altura hace que no vayamos a romper ningún récord de Strava esta semana. Pedalear, empujar y cargar la bici se convierte en nuestra rutina mientras negociamos nuestra ruta a través de múltiples obstáculos y nuevo retos.

Arbustos con pinchos de 10 cm rajan nuestros jerseys y el sol golpea con fuerza nuestras cabezas. Nuestro progreso es lento, en parte también por nuestro equipo de 11 locales y sus mulas, que realizan la misma ruta a pie, y los dos guardas forestales del parque que nos escoltan. Aun así consiguen llegar al campamento diario antes que nosotros para que tengamos nuestra tienda montada y la comida en el plato.

Los senderos son de lo más diverso, desde trails rocosos, singletracks con flow a través de campos o empinados tramos donde no queda otra que empujar nuestras bicis.

Mientras el calor y el polvo de la estación seca hace mella en nosotros, buscamos pequeñas pozas de agua donde sumergirnos y librarnos de la perenne capa de polvo que nos envuelve. Nuestro guía nos comenta que el paisaje es totalmente diferente en noviembre, cuando todo se vuelve de color verde y los ríos fluyen con rabia.

El calor aumenta más el día de nuestro ataque a la cima y superamos la primera parte de los 1.400 m de desnivel en un jeep antes de empezar a pedalear y empujar nuestras bicis hasta los 4.533 m La llegada a la cima es una celebración en el más estricto sentido de la palabra, ya que ha corrido la voz de nuestra presencia en la zona y un par de niños ya nos esperaban en lo más alto de la montaña con una caja de refrescos. Podemos apreciar la satisfacción en la cara de nuestro guía Getch y de los dos guardas del parque, Sewnet y Molla. Y es que en toda Etiopía se respira una sensación de orgullo de país, y ayudar a unos extranjeros en bicicleta a alcanzar la cima de su montaña más alta los hace aún más orgullosos.

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Descendemos de lo más alto de la montaña cabalgando sobre las bicis por un sendero muy técnico a través de árboles de Lobelia y grandes rocas. Paramos para reagruparnos y me vuelve a sorprender el contraste entre lo nuevo y lo antiguo, mientras contemplo a un pastor con ropa cosida por él mismo, pero que escucha una radio a través de tecnología SIM 3G en medio de estas remotas montañas.

Cerca de nosotros se encuentra la aldea donde pasaremos la noche y atrás quedan cinco días de bicicleta a través de los pasajes más increíbles que he experimentado jamás. Al llegar a nuestro punto final en Addi Arkay el octavo día, habremos ascendido más de 6.000 m y descendido otros 8.000 a través de una tierra que ha permanecido inalterada durante siglos.

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Durante estos días nuestras vidas se han simplificado al máximo, con el único dictado de despertarse al alba y pedalear durante todo el día. Comienza a tener sentido la tradición etíope de ajustar el reloj con el amanecer y el atardecer, las únicas constantes que necesitan sus habitantes para regir sus vidas. Para nosotros ha sido un largo viaje, pero aquí, en la cuna de la humanidad, nuestros ocho días son meros nanosegundos en el tiempo, pero que nos han resultado suficientes para entender y apreciar la curiosa forma de entender el paso del tiempo en la Etiopía rural.

Cómo y cuándo ir

Atravesar las montañas Simien es un reto complicado que demanda una buena forma física y estar dispuesto a vivir una aventura. El pedaleo discurre por terreno muy técnico, pero la recompensa es grande. La empresa www.secretcompass.com realiza cada año esta expedición en la época seca entre octubre y marzo, cuando las temperaturas diurnas alcanzan los 30°, pero pueden bajar hasta 0° durante la noche en los campamentos de altura.

Llegar allí

Ethiopian Airlines dispone de modernos y cómodos vuelos diariamente hasta la capital Addis Abbeba desde 83 ciudades de Europa y Estados Unidos. Los precios arrancan desde los 800 euros y cargar tu bici supone unos 80 euros por cada tramo. Más información en www.ethiopianairlines.com.

No os perdáis la galería de fotos de la siguiente página.

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